Ramatís
angustias desalentadoras por el fracaso, perplejidad o vacila-
ciones médicas, ¡cada día se fortalece en la mórbida convicción
de que su caso es incurable! entonces, su temperamento fun-
damental sufre alteraciones, dominado por incontrolable pesi-
mismo. el enfermo procura nuevos facultativos, variando más
y más veces sus tonos emotivos, así como sus esperanzas y des-
engaños. Se somete a otros diferentes métodos psicológicos de
indagación médica; recibe renovado trato terapéutico y colec-
ciona nuevas opiniones y puntos de vista particulares. algunos
médicos son extremadamente severos o rudos, con el propósito
de impresionar y dominar a su paciente, mientras otros son dó-
ciles y afables. Hay médicos optimistas que alientan al enfermo
y los hay pesimistas que optan por la fría realidad y se despreo-
cupan de velar el diagnóstico.
Cuando el caso se hace difícil de resolver y las finanzas del
enfermo se agravan, éste se vuelve cada día más dudoso del po-
der de las drogas milagrosas de la farmacopea moderna; indeci-
so en cuanto a optar por ésta o aquella prescripción, afligiéndo-
se entre la sugestión de operarse o de confiar exclusivamente en
su clínico, poco a poco se va convirtiendo en un pesimista, en un
hipocondríaco, muchas veces desconfiado e incrédulo hasta de
los propósitos sabios y educadores de la vida humana. amarga-
do por su melodrama interior, por su “enfermedad” considerada
bajo los más variados rótulos profesionales y terminología mé-
dica, siente recrudecer aun más su estado enfermizo, mientras
se descontrolan sus nervios y se intoxica su mente afligida. el
desánimo, la melancolía y la incredulidad en la ciencia humana
llevan a ese paciente a la extrema neurastenia, pudiendo hasta
perturbarlo en sus juicios y ponerlo siempre de mala voluntad
con todo y para todos.
el recuerdo de sus padecimientos y la inutilidad de los
diagnósticos sentenciosos sobre su mal, bastan para producirle
perturbaciones mentales o modificaciones emotivas en su tem-
peramento común. es un estado mórbido que lo lleva a pro-
funda depresión moral y que en algunos casos le impone hasta
la incredulidad espiritual y un estado de rebelión fría contra
cualquier sugestión superior. el verdadero temperamento fun-
damental y congénito de ese enfermo, que es torturado y modi-
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