Fisiología del Alma 

la vida humana, con el fin de poder aplicarlas dentro del prin-
cipio básico de la homeopatía. Hay, así, gran semejanza entre el 
proceso homeopático, en la búsqueda de los ascendientes psí-
quicos del enfermo, y la acción de la ley del karma, de la ley de 
causa y efecto que disciplina los procesos reencarnatórios y las 
rectificaciones de los espíritus en los mundos físicos.

de ahí el hecho que el mayor éxito del homeópata depende 

mucho del tipo de su convicción espiritual, pues además de su 
tarea científica, psicológica y de buen ‘lector de almas”, ha de 
ser también eficiente filósofo de las leyes de la vida y del espíritu 
sobreviviente.

PREGUNTA: – ¿Cómo podríamos apreciar mejor esa pro-

funda relación entre la ley kármica y el tratamiento emplea-
do por la homeopatía, a que os habéis referido hace poco?

RaMaTÍS: – los mentores del orbe terrestre responsa-

bles de los destinos humanos, prescriben muchas veces la cura 
reencarnatória por un sistema que podemos llamar “homeopa-
tía espiritual”; lo que sucede cuando ciertas criaturas enferman 
por haber subvertido la acción bienhechora de las leyes de la 
vida en su actuación en los mundos físicos. el cruel, el déspo-
ta que abusa de su poder sobre los pueblos humillados, puede 
ser comparado a un individuo intoxicado por un medicamento 
violento. entonces, la ley kármica, actuando bajo la ley “de los 
semejantes”, prescribe para la curación de esa intoxicación es-
piritual, la reencarnación del culpable en situación humillante, 
ligado a viejos adversarios encarnados en la figura de parientes, 
desafectos o jefes tiránicos, que lo atormentan desde la cuna 
hasta la sepultura, a semejanza de verdaderas dosis pequeñas 
de medicamentación homeopática. la ley espiritual, en lugar de 
violentar el alma enferma de tiranía, sujetándola a una terapia 
de tipo alopático que puede eliminar drásticamente los efectos 
sin extinguir la causa de la enfermedad, prefiere someterlo a la 
dinámica de las dosis homeopáticas, situándolo entre los tira-
nos menores que, entonces, activan o destacan gradualmente 
su estado enfermizo. En el primer caso, el tirano sería castiga-
do “alopáticamente”, por el hecho de ser considerada la tiranía 
como digna de la más drástica eliminación; en el segundo, la 

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