Ramatís
parte, es dudoso de afirmar.
en general, los alcohólicos son deficientes en sus defensas
contra los brotes de enfermedades más comunes. Su tratamien-
to exige siempre mayor tiempo para lograr el éxito deseado, que
cuando se trata de individuos abstemios.
PREGUNTA: – Diversas expertos médicos afirman que los
descendientes de alcohólicos pueden heredar la tara etílica
onacer imbéciles o retardados mentales, como consecuencia
del desarreglo de sus padres o de sus abuelos. ¿No encierra eso
un desmentido a la ley del karma, según la cual los hijos no
deben pagar por los pecados de los padres?
RaMaTÍS: – ningún espíritu ordenado y que haya sido ene-
migo del alcohol en la vida física anterior, ha de renacer en el
linaje carnal con la tara del alcoholismo. la tara alcohólica, pues,
no se hereda sin razones, pues como bien decís, los hijos no deben
pagar por los pecados de los padres. Si el individuo es propenso
al alcoholismo o nació en el seno de una familia de alcohólicos,
el culpable es él mismo, porque se entregó al vicio del alcohol
en esta encarnación, o fue llevado, por afinidad de gustos o por
determinación superior, a encarnarse en el seno de esa familia.
Hay que considerar que de conformidad con la ley de causa
y efecto, aquél que crea el estigma del alcoholismo en cualquier
linaje humano, tendrá que retornar a la misma descendencia
que degeneró, para coger el resultado de aquello que sembró
debido a su falta de vigilancia espiritual. Se ha de convertir en
un “papel secante” vivo, para enjugar los venenos con su pro-
pia carne. es así que, muchas veces, el abuelo o el bisabuelo
alcohólico vuelve al mundo como su propio nieto o biznieto,
para expurgar en sí mismo la tara que debido a su imprudencia
transmitiera a su familia.
es incontestable que el alcoholismo perjudica la descen-
dencia humana cuando los padres se entregan a la máxima de-
gradación del vicio, pues en general, los descendientes de los
alcohólicos son física o mentalmente alterados y hasta propen-
sos a la epilepsia. no obstante, eso sucede hasta que la sabidu-
ría divina de la naturaleza tome providencias y opere, de modo
saludable, haciendo infecundos a esos individuos, con el fin de
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