Fisiología del Alma 

do a semejanza del contrabandista que abandona en el camino 
al animal estropeado por no servirle en su fuga desesperada. 
Como no existe sentimiento alguno de nobleza en esos desen-
carnados inescrupulosos y ferozmente devotos a la satisfacción 
egoísta de sus vicios envilecedores, poco les importa abandonar 
en plena agonía a aquellos que los sirvieron como repastos vi-
ciosos. el delirio etílico, la toxicidad alcohólica y la postración 
de los alcohólicos “in extremis” lo obligan a dejar el alcohol o, 
por lo menos, a ingerir solamente pocas dosis; y eso no convie-
ne al obsesor, pues el obsidiado se convierte en un deficiente 
alambique para saciar el deseo obsesionante de los sedientos 
del astral inferior. Flácido, descontrolado y enfermo, el infeliz 
“vaso vivo” es ahora solamente una sombra humana evitada 
deliberadamente por las criaturas ordenadas.

PREGUNTA: – En vista que los obsesores alcanzan mejor 

sus objetivos actuando sobre individuos que vibran en sinto-
nía con sus satisfacciones viciosas, ¿cuáles son los tipos hu-
manos que ellos consideran más adecuados para poder con-
seguir sus intentos?

RAMATÍS: – Los obsesores alcanzan más fácilmente sus fi-

nes cuando encuentran criaturas que, además del gusto acentuado 
por el alcohol, son adversas a cualquier disciplina evangélica. Son 
éstas las que más fácilmente se someten a los obsesores, porque 
viven emotivamente entregadas a sus pasiones, conteniendo ma-
lamente los complejos freudianos que se transforman en peligro-
sas energías que luego afloran bajo las invitaciones pecaminosas.

decimos “complejos freudianos”, porque es bajo esa de-

signación que muchos de vosotros conocéis los efectos de las 
condiciones kármicas de la humanidad terrestre. aquí, circulan 
ciegos por las calles de las ciudades, padeciendo en la desven-
tura de las sombras el mal uso que hicieron de su vista perfecta 
del pasado; allí, enloquecidos e imbéciles se mueven amargados 
por los perjuicios que causaron cuando se hallaban en posesión 
de la razón normal; acullá, mutilados yerguen los muñones en 
el mensaje doloroso de haber subvertido la función digna de las 
manos. no están curados todavía de los males y de las villanías 
del pasado, pero comienzan a disciplinarse bajo la imposición 

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