Fisiología del Alma
forme en una fuente alcohólica desprovista de voluntad propia,
sus “dueños” tratan de preservarlo lo más posible de accidentes,
conflictos y hasta de enfermedades que puedan sujetarlo al le-
cho e impedir que les filtre los alcoholes deseados. Por tanto, lo
ayudan a atravesar puentes y lugares peligrosos; lo guían en las
calles y caminos oscuros ¡y se esfuerzan para sostenerlo hasta en
sus fuerzas vitales! De ahí las sorpresas muy comunes que nos
asaltan cuando observamos que beodos que parecen imposibi-
litados de moverse aciertan con el camino de la casa, atraviesan
calles de gran movimiento por entre vehículos veloces, sin su-
cederles nada. el pueblo, siempre observador de ciertos hechos
inexplicables, glosa este acontecimiento a través de la sentencia:
“a la criatura y al borracho, dios les pone la mano por debajo”.
Pero la verdad es que no se trata de protegidos por dios, y sí de
infelices “vasos vivos” cuyos “dueños” desencarnados guían con
gran atención, con el fin de no perder tan admirables alambi-
ques que les costaron mucho tiempo de trabajo.
PREGUNTA: – Pero, cómo se explica que esos obsesores
lleven a sus infelices viciosos a la extrema miseria moral y
corporal, embriagándolos de tal modo que reducen su cuo-
ta normal de vida? ¿No será eso un mentís a los cuidados
tan extremosos con los cuales intentan cuidar la vida de sus
alambiques vivos?
RaMaTÍS: – en la intimidad de la criatura humana, luchan
incesantemente dos fuerzas poderosas: las energías creadoras
del Bien y las destructoras del Mal. la conciencia del hombre
ha sido el objeto de las luchas milenarias de esas dos fuerzas
opuestas, hasta que el Bien triunfe en definitiva y comience la
ascensión del espíritu y su consecuente liberación de las cadenas
animales. Mientras las energías del Bien reactivan la naturaleza
espiritual, las destructoras del Mal se debilitan repelidas por la
verdadera individualidad del ser, que es la entidad angélica.
Por eso, ciertas criaturas que vivían esclavizadas a los más
deplorables vicios, siendo incapaces de cualquier recuperación
moral, se levantan del lodo cuando pudieron sentir la llamada
espiritual o el grito de alerta de su conciencia superior, consi-
guiendo ajustarse nuevamente a su antigua dignidad humana,
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