Fisiología del Alma 

los ambientes a los cuales concurren los desordenados del Más 
allá. ellos se codean con sus víctimas y las impelen a come-
ter toda suerte de desarreglos con la bebida. Casi siempre, el 
porcentaje de espíritus viciosos que rondan y acicatean a los 
imprudentes que abusan del alcohol, es mucho mayor que el de 
los que se entregan a otro tipo de influencias, y está constituido 
por tipos sedientos, lúbricos y coléricos, cada día más afligidos 
ante la falta del cuerpo físico que les permitiría satisfacer su 
vicio. los hay desde los miserables que en el mundo terrenal 
fueran parias, o sin hogar, o que sucumbieron envilecidos por el 
aguardiente, hasta los felices que vivieran al deredor de mesas 
abundantes en lujosos palacetes y que se desvergonzaron por el 
whisky carísimo. a los desencarnados no les importan las po-
sesiones, la cultura, la jerarquía o los privilegios de que hayan 
disfrutado en el mundo carnal: el alcoholismo es una desgracia 
que, después de la muerte del cuerpo, [iguala y reúne a los mi-
serables y a los millonarios! ellos se aproximan, victimados por 
el mismo deseo y la misma necesidad, para formar bandos o 
falanges desesperadas que, ligadas por los mismos intereses, se 
apoyan mutuamente en la búsqueda de sensaciones pervertidas.

Mientras en torno de las mesas ruidosas de los ambientes 

viciados, adornadas pródigamente con las más exóticas mez-
clas alcohólicas, los encarnados sueltan chistes inconvenientes, 
comentan casos escabrosos y se divierten con el anecdotario 
indecente, se amontonan a su alrededor rostros deformes, la-
bios babosos y caras congestionadas de infelices espíritus que 
parecen más bien aves monstruosas y parecidas al cuervo, que 
revolotean sobre las vajillas y succionan los vapores etílicos, 
moviéndose rápidos en medio de la cerrazón espesa que se exu-
da de las auras de los terrenales alcoholizados.

Ciertos vicios, deforman y estigmatizan terriblemente las 

figuras humanas, por eso, cuando luego las encontráis en el Más 
allá os es muy difícil reconocer en ellas a algunas que en la 
Tierra atravesaban las calles de las ciudades reclinadas en lujo-
sos vehículos o vistiendo carísimos trajes, ostentando costosos 
cigarros entre los dedos carnosos y decorados con espléndidos 
anillos. Las víctimas de la saña alcohólica, después de desencar-
nadas, causan espanto y horror a sus propios parientes íntimos, 

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