Ramatís
misma faja vibratoria del malhechor desencarnado, pues sola-
mente de ese modo éste consigue actuar con éxito e interceptar
cualquier inspiración superior que pueda ser enviada a su víc-
tima con el propósito de librarlo del vicio. Cuando el obsesor
consigue dominar por completo al bebedor encarnado, trata de
cercarlo de cuidados y protegerlo contra otras entidades desen-
carnadas que intenten usarlo como “vaso vivo”.
el alcohol ingerido por el alcohólico terrestre, después que
llega a su estómago, se volatiliza en operación progresiva, hasta
alcanzar su forma etéreo-astral, y en ese momento los espíritus
viciosos pueden succionarlo mediante el aura del infeliz borra-
cho. Se trata de una especie de repulsiva operación de vampi-
rismo que, para satisfacer en parte a los desencarnados, agota
la vitalidad de la víctima. en algunas ocasiones, se aglomeran
varias entidades viciosas sobre el aura de un mismo bebedor,
¡constituyendo una grotesca y degradante escena de succión de
alcohol esas entidades se muestran irascibles e irritadas cuan-
do sus pacientes no los atienden satisfactoriamente, dejando de
beber la cantidad deseada por ellas para lograr por completo su
mórbida satisfacción. Trabajan furiosamente para que el infeliz
aumente su dosis de alcohol, pues representa el transformador
que debe saturarse cada vez más a fin de cumplir la repulsiva
tarea de dar de beber a los viciosos del Más allá.
He ahí el motivo por el cual
muchos alcohólicos insisten
en afirmar que una fuerza oculta los obliga a beber cada vez
más, hasta que llegan a caer al suelo inconscientes. Saturados
entonces de alcohol, cual míseros harapos humanos exudando
los vapores repelentes de la embriaguez, atraviesan el resto de
sus existencias transformados en víctimas de sus obsesores, que
astutamente se ocultan en las sombras de Más allá del Túmulo.
PREGUNTA: – ¿Todas las criaturas que ingieren bebidas
alcohólicas son prolongaciones de los espíritus viciados del
Más Allá?RAMATÍS: – ¡Oh, no! Es necesario que evitéis las in-
terpretaciones extremistas en nuestras comunicaciones, pues
sólo la pérdida completa de la voluntad y el desarreglo moral,
es lo que hace que se conviertan en candidatos para la condi-
ción de “vasos vivos” de los malhechores desencarnados. Nues-
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