Ramatís

en general, los infelices alcohólicos, al dejar sus cuerpos 

cocinados por el alcohol en las zanjas, en los catres de los hos-
pitales o en los lechos ricos, despiertan aquí enloquecidos por 
el deseo desesperado de satisfacer el vicio. Cuando se enfrentan 
con la realidad de la supervivencia en el Más allá del Túmulo y 
comprenden que la vida espiritual superior exige la liberación 
del vicio degradante, se desesperan y se niegan a abdicar del 
deseo pervertido. Solamente un reducido número se entrega, su-
miso, a la terapia del sufrimiento purificador y consigue resistir 
al mórbido deseo, para lograr la mayor eliminación posible del 
eterismo tóxico remanente del alcohol, recibiendo el auxilio de 
los bienhechores y es ayudado a vencer la fase más crucial des-
pués de su desencarnación. Ciertas almas valerosas y decididas, 
después de desligarse por completo de los deseos del alcohol, 
se entregan ardorosamente al servicio de socorrer a los alcohó-
licos, alrededor de la Tierra, no sólo influenciándolos para que 
dejen el vicio, sino cooperando en los ambientes espirituales y 
junto a las instituciones religiosas, conduciendo para allí a los 
enfermos y sufridores de los efectos del alcohol, con el fin de ins-
pirarles la pronta liberación del dominio del terrible adversario.

He ahí los motivos por los cuales algunos médiums videntes 

verifican con sorpresa que mientras algunos espíritus de ex bo-
rrachos cooperan en sus trabajos medianímicos, otros, todavía 
rebeldes e inconformes, prefieren envilecerse todavía más en la 
execrable tarea de preparar “vasos vivos” para que, en la super-
ficie de la tierra, actúen esclavizados para satisfacer sus deseos.

PREGUNTA: – Cuando los espíritus nos dicen que la muer-

te del cuerpo físico no extingue la voluntad de ingerir alcohol, 
quedamos confundidos, pues si el cuerpo es físico, todo hace 
creer que la tumba sea la frontera definitiva de las sensacio-
nes físicas! ¿Estamos equivocados en nuestro raciocinio?

RaMaTÍS: – la desencarnación no destruye los deseos, 

pues éstos son psíquicos y no físicos. después de la muerte 
corporal, cuando el alma se ve impedida de la satisfacción al-
cohólica, es precisamente cuando su deseo se recrudece más y 
la idea de la imposibilidad de saciar el vicio le produce atroz 
desesperación.

126