Fisiología del Alma 

los terrícolas, los haciendo cambiar, comprar o preferir artículos 
que no necesitan. la propaganda moderna se hace por hábiles 
y mañosos psicólogos, bastante experimentados en lo tocante 
a las reacciones humanas; se valen de los recursos hipnóticos y 
persistentes, exponiendo o anunciando sus productos en forma 
fascinante y agradable. Así, el más inofensivo dolor de cabeza 
ola más insignificante impaciencia nerviosa, asocian pronto la
mente al nombre de un producto que la inteligente propaganda
supo poner en evidencia en el momento. de tal modo actúan
sobre vosotros la radio, el periódico, la revista y el cine, que
vivís en función de esa fascinación impuesta por el mundo del
comercio y la industria para encajar sus productos, actuando
con astucia. entonces, ya no escogéis las cosas; ¡son ellas las que
os hipnotizan y se imponen a vosotros como imprescindibles!
lo mismo sucede a través de los efectos sugestivos de la hábil
propaganda del cigarro, efectuada por las grandes industrias ta-
bacaleras. Solicitan opiniones de científicos, hombres célebres
oartistas de cine famosos, estampando sus retratos en cromos
lujosos, carteles brillantes y coloridos, ¡en donde los ditos más
poéticos y las frases sugestivas destacan la delicia y la hidalguía
de fumar! Hasta los hombres que no fuman se sienten atraídos
por tan habilidosa propaganda, dejándose muchas veces fasci-
nar por las frases que ensalzan el cigarro a la categoría de una
distinción imprescindible en el medio social. Más tarde, cuando
el individuo se vuelve fumador inveterado, ya no necesita de la
propaganda para fumar, y, extremadamente viciado, llega a per-
der la noción de la civilidad humana en casi todas partes; olvida
que en los vehículos y en los salones de diversiones, el humo
puede intoxicar, repugnar o irritar a otros. olvida, también, que
en muchos otros lugares de reunión, puede ser detestable al pró-
jimo el olor del cigarro puro, del cigarrillo, y el del sarro de la
cachimba. algunos individuos fuman hasta en los salones de los
restaurantes, en las horas de las comidas; otros alcanzan con
su humareda los rostros de los compañeros en las “filas” de los
transportes, ¡importándoles poco las protestas silenciosas de sus
infelices víctimas! aunque se proclame mucho la hidalguía del
cigarro, no es raro observar que el fumador queme la ropa de su
compañero de viaje, causándole a veces enorme perjuicio.

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