El Evangelio A la Luz del Cosmos
Conforme lo expusimos en una obra anterior
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, el verdade-
ro sacrificio de Jesús, no fue solamente la amargura pasada en
aquellas horas que comenzaron desde el pretorio romano hasta
alcanzar su último suspiro en la cruz. Todo ello comprende y
abarca su indescriptible operación de reducción vibratoria, cual
ave sideral que abandona la atmósfera electiva y paradisíaca
para ajustarse a la jaula estrecha de la carne humana y entregar
a lo vivo, el mensaje de Amor que salva a los hombres. Jesús
invirtió más de mil años del calendario terreno para adaptarse a
ese descenso forzado, a fin de ir ajustándose gradualmente a los
planos más densos y coercitivos, hasta alcanzar definitivamente
la materia, y modelar su cuerpo carnal en el vientre de su que-
rida Madre María. Naciendo y viviendo bajo el régimen común
de la vida de los hombres, Jesús no sólo fue el mejor y más puro
de los hombres, sino que demostró ser el Maestro fiel, amoroso
y sabio, en cuya peregrinación física enseñó a los hombres el
único e indefectible camino a seguir para conseguir su definitiva
liberación de la carne.
Pregunta:
¿Nos habéis dicho que Dios crea espíritus en to-
dos los instantes de la vida Cósmica?
Ramatís:
Sí. Dios crea constantemente nuevas conciencias
espirituales, las que se constituyen en otras “centellas” o “lla-
mas”, con la noción individual de que existen en el océano de
la energía Divina. Después que perciben su realidad, inician la
expansión de su conciencia a través de constantes progresos
psíquicos, lo cual sucede en sus contactos con los reinos y las
formas de los mundos.
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Nota del Médium:
Ver la obra El Sublime Peregrino, capítulo II “Jesús y su
Descenso a la Tierra”, del cual destacamos el siguiente párrafo: “Es una equivo-
cación de la tradición religiosa considerar que el supremo sacrificio de Jesús con-
sistió esencialmente, en su pasión y sufrimiento, que media entre la condenación
de Pilatos v el holocausto en la cruz. Si el sacrificio del amado Maestro hubiera
consistido en los azotes, en los dolores físicos y en la crucifixión injusta, entonces
los leprosos, cancerosos, gangrenados y demás sufrientes corporales deberían ser
otros tantos misioneros gloriosos y elegidos para la salvación de la humanidad. Los
hospitales gozarían de fama al igual que los templos y serían verdaderos viveros
de “ungidos” de Dios, capaces de salvar a la humanidad al dedicar sus dolores y
gemidos lastimeros. Millares de hombres han sufrido tormento mucho más atroces
que los dolores físicos soportados por Jesús en aquel terrible Viernes, sin embargo,
no fueron consagrados como salvadores de la humanidad.”
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