Ramatís
proceder a gusto y puede llegar hasta donde no perjudique a
los demás; pero es insensato maldecir o rebelarse contra Dios,
cuando sólo a él le cabe la responsabilidad de todo bien o mal
que realice. La legislación disciplinaria en tan sólo en el sentido
de promover la indesviable ventura de sus hijos y ajustados al
camino seguro y redentor, sin tener en cuenta intenciones que
involucren penalidades. El hombre debe aprender correctamen-
te cada lección suministrada por la vida en las escuelas planeta-
rias, sufriendo las reglas disciplinarias del curso educativo, a fin
de ser merecedor a los derechos incondicionales en el futuro, y
a los poderes incomunes que existen en el seno del universo. El
libre albedrío se dilata en su área de poder y capacidad, tanto
como el espíritu despierta su conciencia y manifiesta un com-
portamiento lógico y correcto, que jamás causará perjuicios al
prójimo.
Sólo la ignorancia humana de no saber que el Creador se
encuentra en su propia obra, y que puede ser “sentido” por sus
hijos, es lo que induce al hombre a ser un descreído de la di-
vinidad. Quien sabe sobreponerse al orgullo que el intelecto
da, encuentra fácilmente la sabiduría y la humildad, pues el
orgulloso jamás vibra con la esencia Divina. Es el símbolo del
ángel rebelde,
dinamizado por el cientificismo que lo ciega, y
se siente humillado al hacer concesiones que van más allá de
su capacidad. La incredulidad en Dios, no quiere decir que la
persona no sea inteligente, sino que es el fruto de la excesiva
esclavitud a los sentidos físicos del hombre transitorio. Jamás
la criatura podrá concebir la realidad del universo y asimilar
la naturaleza divina del Creador, confiando únicamente en los
sentidos, aunque éstos se encuentren respaldados por la técnica
instrumental del mundo transitorio y limitado, que sólo le sirve
para vivir la vida material. Ningún botánico podría vislumbrar
la majestuosa configuración del pino, observando la contextura
superficial de la semilla. En consecuencia, ¡no se debe confundir
la deficiente sensibilidad humana con la conclusión genial de
que Dios no existe!
Así como las células del cerebro humano no están en condi-
ciones de valorar el equipo “psico-físico” de su dueño, la criatu-
ra, que es tan solamente una partícula microscópica del univer-
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