El Evangelio A la Luz del Cosmos 

obediente a un esquema de elevada precisión y bajo el control 

de la Suprema Inteligencia de Dios. No se trata de cualquier 

automatismo proveniente de un instinto primario, producto de 

un “acaso”, que acciona y corrige, solucionando los desperfectos 

humanos, sino, que son leyes específicas aplicables y los resul-

tados demuestran una sabiduría poco común.

El insecto, animal o ave pueden asumir aspectos inusita-

dos para su especie y vida común, denominados “mimetismo”, 

a fin de mantenerse ilesos en el medio ambiente; mientras que 

en el hombre sucede hechos y fenómenos internos de rápida 

y prudente adaptación, que le aseguran la sobrevivencia en el 

tránsito por climas, regiones o ambientes, que muchas veces son 

adversos o sin el necesario condicionamiento. La criatura que 

cambia desde el ecuador hacia la región polar, enfrenta varios 

factores adversos, entre los cuales se cuentan las latitudes geo-

gráficas, que podrían ser fatales sino existiera la adaptación al 

medio, que es algo semejante a un recurso mimético.

Por otra parte, es bueno saber, que el hombre no es quien 

providencia conscientemente, esa modificación potencial y ne-

cesaria para su transferencia rápida de un clima hacia otro, mas 

eso sucede y se observa bajo la intervención oculta de la sabidu-

ría de su psiquismo, el que manifiesta la Sabiduría de Dios en lo 

que se refiere a la protección de sus criaturas.

Pregunta: 

Desgraciadamente y a pesar de los hechos y des-

tinos dramáticos, inexplicables y hasta, si se quiere, injustos, 

que suceden sin un esclarecimiento lógico, ¿aún debemos con-

fiar y creer en esa sabiduría, justicia y amor de Dios para los 

hombres?

Ramatís: 

La vida en el campo denso de la materia es inne-

gablemente un inmenso campo de luchas, de experimentacio-

nes y dificultades, donde el espíritu del hombre está activo por 

causa de las energías que se procesan y subliman, en el sentido 

de superarlo del instinto animal, que si bien lo protege, también 

lo esclaviza a las vibraciones inferiores. El hombre lucha hasta 

una cierta frecuencia bajo el impulso energético de las formas 

primarias de la animalidad, tal como lo hace la simiente que 

rompe la superficie de la tierra, por fuerza de las energías te-

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