Ramatís

en la actualidad, son apabulladas por cínicos y excéntricos fi-

lósofos modernos, que en un lenguaje escatológico, pregonan 

el culto de un existencialismo sexual y lascivo, que anula los 

valores íntimos de la familia y conduce a los mismos hacia el 

vicio de los tóxicos, a fin de compensar el vacío y la aparente 

inutilidad de la vida física. La ciencia, cuyo deber es amparar 

al ciudadano y velar por la evolución del mundo, en base a su 

desmedida ambición mercenaria, promueve las guerras para el 

consumo v la fabricación de armas, modela y crea nuevos ro-
bots 

electrónicos, que destrozan a millares de criaturas y en-

tusiasman a las jerarquías militares, para la gloria efímera de 

poseer las condecoraciones de hierro fundido. Surgen los psicó-

logos como hongos en día de lluvia, convenciendo a la sociedad 

para las prácticas grupales, donde algunas de ellas alcanzan el 

grado de lo lascivo en su aplicación psicoterápica, en lo que 

respecta al acto creador de la procreación como avanzada de 

tratamiento científico.

La serena y majestuosa figura de Jesús, el hombre sublime 

e incomún, se encuentra alterada en grado sumo por la carica-

tura cinematográfica de un líder revolucionario y hambriento, 

que sustentan las filosofías hippies. Bajo la fascinación de la 

“Bestia”, vaticinada por Juan Evangelista, las absurdas suges-

tiones y nociones son recibidas con creciente entusiasmo por 

parte de los realistas del siglo atómico. La emancipación espi-

ritual pasa a comprenderse como libertad del instinto animal 

y, en consecuencia, se multiplican los antros de placeres y del 

juego, se crean nuevas fábricas de alcoholes, degenerase la carne 

joven, recién salida de la escuela primaria, exponiendo provo-

cativamente los contornos anatómicos, hábilmente dirigida por 

cínicos diseñadores. Se enriquecen los fotógrafos especializados 

en resaltar los ángulos lascivos de la mujer; se desintegra la 

familia por falta de convivencia íntima y afectiva, las mujeres 

pobres tiemblan de frío delante de los vestidos decorados con 

joyas y ostentados por criaturas de la alta sociedad, a fin de 

ayudar a los olvidados de la suerte.

Mientras sucede todo ello, los psicólogos y filósofos sen-

tenciosos, ironizan la “ingenua” belleza moral pregonada por el 

Evangelio, mientras difunden el precioso tecnicismo que fascina 

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