Ramatís
en el seno del Espíritu Eterno del Creador. Secón decía Jesús,
“el reino de Dios está en el hombre”, y conforme asegura el
Génesis, “El hombro fue hecho a imagen de Dios”. Hace algu-
nos milenios, los viejos maestros de la espiritualidad de Oriente,
afirmaban que Dios es el ‘macrocosmos, el mundo grande, y el
hombre, el microcosmos, el mundo pequeño. Además, corrobo-
raban sus enseñanzas explicando: “Lo que está arriba, también
está abajo”, porque el átomo es la miniatura perfecta de una
galaxia que palpita en el Cosmos.
En verdad, el hombre siempre buscó a Dios; los salvajes,
aunque fueran ignorantes, adoraban a Tupa, el dios del trueno
y del rayo, seguros de que existía un poder superior y divino,
es decir, más allá del hombre. Los atlantes, aztecas y egipcios
adoraban al sol, viendo a través del astro rey, el centro de la
Vida Divina del Creador; los judíos loaban a Jehová, un Dios
guerrero y poderoso, que protegía a la raza elegida; los católicos
eran devotos de la figura de un viejecito de barbas blancas, que
vivía en los Cielos y distribuía gracias a sus devotos, arrojando
en el fuego del infierno a los herejes y pecadores.
Pregunta:
¿Dios no es el fruto de una necesidad psicológica
del hombre? Esa idea sobre la divinidad, ¿acaso no progresa
y se perfecciona al igual que el hombre, que la sustenta en su
mundo material?
Ramatís:
No hay dudas de que la idea de Dios siempre
evolucionó conforme al progreso, entendimiento y cultura de
la humanidad. Además, es muy grande la diferencia entre la
concepción divina del Tupa de los salvajes y la creencia sobre
la Suprema Inteligencia, que hoy los espiritas admiten sobre el
Creador. Sin embargo, Dios no es una idea o fruto de las necesi-
dades psicológicas de la humanidad, que evolucionó conforme
al hombre. En verdad, a medida que vamos comprendiendo la
vida, nuestro psiquismo va percibiendo con más precisión la
Verdad Cósmica. No es la lucha para liberarnos de la materia lo
que nos hará sentir a Dios sino que ha de ser el binomio “sentir”
y “saber” el que nos ofrecerá la realidad del Infinito, pues liber-
tad sin sabiduría es poder sin dirección.
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