El Evangelio A la Luz del Cosmos
Pregunta:
¿Nos podría agregar algo más el hermano Rama-
tís, sobre el actual momento que vivimos respecto al examen del
«juicio final», profetizado desde los tiempos bíblicos?
Ramatís:
En el pasaje evangélico, (Apocalipsis, capítulo
XXII vers. 11) dice: “El que daña, dañe aún; el que está en su-
ciedades, ensúciese aún y el que es justo, sea un justificado; y el
que es santo, sea un santificado”.
Bajo tal concepto, a nosotros nos parece que el Maestro
Jesús se está refiriendo a la humanidad que aún tiene dudas
entre el bien y el mal, habiendo indicado que en la época de
los “tiempos son llegados” y el “juicio final” existen extremos
antagónicos, donde el sucio podrá quedar sucio, mientras que
el santo encontrará aún nuevos caminos para manifestar siem-
pre su santidad. Todos ello nos hace incidir sobre la parábola
del trigo y la cizaña, que ambos crecen juntos y con sus raíces
entrelazadas de tal forma que sólo pueden separarse cuando
alcanzan la madurez.
Es por ello que mientras la humanidad terrícola se vana-
gloria por el hecho incomún de haber pisado el suelo de la luna,
que, sin duda, enriquece la actividad humana con los evolucio-
nados computadores y “robots” y que además, domina la fabu-
losa fuerza de la energía atómica; sin embargo, lo paradójico es
que los dos tercios de esa humanidad retornan mental, psíquica
y físicamente hacia las costumbres y vida de los hombres de las
cavernas.
Pregunta:
¿Nos podríais explicar un poco mejor esa situa-
ción antagónica?
Ramatís:
Toda actividad y manifestación de la vida huma-
na, en la actualidad, alcanza extremos paradójicos en todos los
sectores, sea la ciencia, filosofía, política, arte, moral, relaciones
sociales y hasta terapéuticas. Existe un magnetismo en los seres,
que los atrae selectivamente y se sienten en la misma frecuencia,
tanto para hacer el bien como para el mal. Simultáneamente, se
presenta un clima y deseos antagónicos y excéntricos que las
criaturas de moral y disciplinadas pueden alcanzar fácilmente
el extremo de la santidad, mientras que los entregados desen-
frenadamente a los vicios, pasiones y sexo, alcanzan la más ig-
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