Ramatís
riores, por causa de la tradicional negatividad humana. Enton-
ces, el Diluvio sucedió sin que hubiera protección y salvación de
aquella gente que fue tomada de sorpresa, exceptuando a Noé y
sus parientes, salvados en su tradicional palacio flotante y que
la leyenda transmitió por medio de la simbólica figura del arca
ocupada por aves y animales de distintas especies.
En la actualidad existen clarísimas advertencias, que son de
suma importancia para los buenos entendedores, que van com-
probando la positividad de las profecías, respecto a la inexora-
ble sucesión de los hechos dramáticos del “fin de los tiempos”.
Además, se repite de nuevo la vieja escena de Noé y las corres-
pondientes advertencias sobre la catástrofe que sucederá, pero
la humanidad terrícola sigue “bailando” y “riendo” mientras el
mundo se sumerge en el caos social, político, económico y exis-
tencial, viviendo el más severo y trágico examen de su historia.
Sumergidos en el mar de las pasiones, pocos son los hombres
que perciben las proféticas señales que se van plasmando en
el escenario de la tierra y que demarcan el “juicio final” en el
proceso selectivo que comenzó en el año 1950. A medida que
van cayendo las hojas del calendario terreno, la Ley Divina va
clasificando el trigo a la “derecha” y la cizaña a la “izquierda” del
Cristo, confirmando la milenaria profecía.
Mientras sucede todo lo manifestado, la humanidad des-
preocupada vive peligrosamente la “era de la Bestia”, vaticinada
por Juan Evangelista en su Apocalipsis, y puesta en práctica
por medio de las pasiones inferiores que subyugan e imantan
cada vez más a las criaturas al linaje inferior de la animalidad
[8]
. Por ello es que Jesús siempre advertía que había hombres
que “tenían ojos y no veían y tenían oídos y no escuchaban”, los
que subestimaban las profecías y el aviso de la espiritualidad,
mientras pierden los excelentes caminos para la renovación y
liberación de los mundos materiales.
8
La Bestia apocalíptica representa el alma global e instintiva de todas las mani-
festaciones corruptas, las mismas accionan solapadamente sobre las criaturas
negligentes y les ajusta las emociones contraproducentes a fin de estimularlas hacia
la insania, la corrupción y la inmoralidad general. El reinado de la Bestia, como así
también el de Satanás, implican
la existencia de súbditos, que son los Rozadores
de las bacanales lúbricas que terminan saturando al espíritu en un orden inferior,
totalmente animalizado. Párrafo extraído del capítulo VII, “La Bestia Apocalíptica”,
de la obra de Ramatís; Mensajes del Astral, 3
a
edición, Editorial Kier S.A., Bs. As.
347