Ramatís
por medio de las palabras de Mateo: “Yo haré pasar la tercera
parte por el fuego, y yo la quemaré como se quema la plata y
la probaré como se prueba el oro, pues tú eres mi pueblo bien-
aventurado, el que lleva la vestidura del Cordero, para tener
parte en el árbol de la vida y entrar en la Nueva Jerusalén por
las puertas oficiales”.
Es evidente, que el Maestro se estaba refiriendo a la Nue-
va Jerusalén, la que debería existir una vez extinguida la Vieja
Jerusalén. En verdad, en el esquema Sideral, la tierra inclinada
en su eje simboliza la “Vieja Jerusalén”, mientras que la nueva
tierra, la verticalizada, corresponde al enunciado simbólico de
la Nueva Jerusalén. Es evidente, que los espíritus que puedan
entrar en la Nueva Jerusalén, por las puertas oficiales, son los
que aprobaron en el “Juicio Final” y tienen las credenciales para
nuevas encarnaciones terrícolas a partir del Tercer Milenio, cu-
yas características las hemos definido anteriormente.
La entrada por las puertas oficiales significa la encarnación
para fines creadores, sin la morbosidad y teratología del actual
mundo. Entonces, la tierra pasará a ser un planeta de trabajo
fecundo y de mutua cooperación en base a la armonía y alto ín-
dice de afinidad entre los nuevos reencarnantes. Mientras tanto,
los reprobados y a la izquierda del Cristo cuya baja vibración
espiritual aún es la consecuencia de su imantación al instinto
animal, han de ser expulsados por tratarse de entidades que
perturbarían la vida en la Nueva Jerusalén, puesto que todavía
no ofrecen la suficiente resistencia espiritual contra las tenden-
cias inferiores.
Pregunta:
¿Qué otras características posee el «pueblo de
Dios», que es probado como se prueba el oro, y quemado, como
se hace con la plata?
Ramatís:
El simbolismo de quemar la plata significa el sa-
crificio, el perdón, la renuncia, la humillación y la injusticia tan
comunes en la vida física; y la prueba del oro indica que, a pesar
del peso de los vicios, pecados y pasiones, el pueblo de Dios
eliminará esas impurezas y saldrá victorioso, derrotando esas
imperfecciones humanas.
Consecuentemente, el pueblo de Dios comprende a los espí-
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