Ramatís
De ahí, el hecho que el Maestro Jesús analizó en forma pro-
vechosa la parábola del trigo y la cizaña porque encontró en
ella los más expresivos fundamentos para las acciones buenas y
malas, similarmente practicadas por la humanidad. El Maestro
siempre resaltaba y distinguía las cualidades entre el bien y el
mal, lo auténtico y lo falso, la verdad y la mentira, la doctrina
y la Verdad que aseguran el proceso del crecimiento de ambas
simientes. De ahí su conclusión indiscutibles y de elevado tenor
espiritual cuando advierte que “hay tiempo para todo”, de sem-
brar y recoger la cizaña o distinguir el mal, pero se ha de prestar
mucha atención para no perder el trigo, es decir, el mismo bien.
Pregunta:
¿Nos podríais explicar con más precisión esa en-
señanza?
Ramatís:
Repetimos que los labradores de los trigales sa-
ben anticipadamente que es muy difícil distinguir el trigo de la
cizaña. La semejanza entre ambas gramíneas es muy grande
cuando están en crecimiento; además en el subsuelo entrelazan
las raíces tan fuertemente que la cizaña, al ser extirpada pre-
maturamente, arrastraría las raíces del trigo. Entonces, es de
muy buen sentido esperar que ambas alcancen el período de
madurez final a fin de hacer la correcta separación en la hora
de la cosecha.
Basándose en esa imagen tan sugestiva, Jesús no aconseja-
ba la destrucción imperativa y violenta del mal porque de ello
también podía perjudicarse al bien. En verdad, el mal no des-
aparece delante del bien pero se desarrolla con él. El mal sólo
debe ser extirpado en la hora exacta de la cosecha, como sucede
con el trigo, dado que a ambos es posible distinguirlos en sus
cualidades respectivas. Es bueno observar el viejo aforismo que
dice: “Por el fruto conoceréis al árbol”.
Pregunta:
Teniendo en cuenta las consideraciones del Maes-
tro Jesús, entonces debemos deducir que el mal es transitorio a
posar de que su manifestación sea perjudicial. ¿No es verdad?
Ramatís:
Los estudiosos del verdadero génesis del hombre
y de la conformación de la humanidad saben que todo “mal” es
relativo, y con el correr del tiempo se verifica el adagio popular
321