El Evangelio A la Luz del Cosmos 

definitivamente adulterada.

Es el caso del trigo y la cizaña que, por ser plantas gramí-

neas semejantes, se confunden fácilmente por su apariencia. Por 

ello, es difícil comprobar la separación y diferencia de cualidad 

que existe entre ambas durante el crecimiento, lo cual es posible 

comprobar después que han fructificado las simientes.

Basado en la gran similitud que poseen el trigo y la cizaña 

es que no se logra diferenciarlos en la fase de la siembra, por 

lo cual, el Maestro Jesús observaba que entre la productividad 

del bien y del mal, sólo es posible distinguirlo en un solo punto, 

cuando llegan a la madurez. De ahí el hecho que la cizaña es 

una planta dañina y sirvió de excelente ejemplo al Maestro pues 

esclarecer la mismo hombre, pues siendo éste el producto de 

una especie superior y sana, sin embargo, obedece a las reaccio-

nes primitivas del animal, cuando practica el mal.

Pregunta: 

¿Qué esclarecimiento espiritual existe, cuando se 

recomienda, que no se debe arrancar la cizaña, puesto que se 

corre el riesgo de arrancar la buena planta del trigo?

Ramatís: 

Jesús constantemente advertía a sus discípulos, 

que “había tiempo para todo, es decir, tiempo para sembrar y 

tiempo para cosechar”. La impaciencia, propia del ser huma-

no, es un gran defecto que puede impedir la realización de una 

enseñanza espiritual o cortar iniciativas de orden superior, aún 

inmaduras. En todas las épocas los dirigentes políticos, líderes 

religiosos y tiranos creían resolver el problema del mal o de 

la herejía por la censurable decisión de matar al delincuente 

ohereje. Sin embargo, Jesús jamás concordó con decisión tan

simple y contraria a los principios de la Vida y de la Evolución 

espiritual, porque aniquilando al causante del mal, no deja de 

existir la causa que lo indujo a ese mal. Una idea solamente 

puede ser .combatida con otra mejor y más provechosa; jamás 

la muerte resuelve la anulación de la idea primitiva. Además, en 

el simbolismo de la rebeldía del mismo Satán, Dios no lo mata, 

apenas lo destierra hacia una legión de aflicciones y dolores, 

donde mal podría pensar, reflexionar y hasta regenerarse. Es 

de sentido común que el Señor no quiere la muerte del pecador 

sino su completa regeneración.

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