Ramatís

todo trabajador o discípulo del Señor que se dedique sincera y 

honestamente a la divulgación de los preceptos sublimes de la 

espiritualidad, jamás debe abdicar de la sensatez y la lógica que 

le da la razón, debiendo evitar el sentimentalismo improductivo 

[1]

.

Aquel que desea explicar las palabras del Señor, además 

de ser un mensajero totalmente ajeno a los intereses humanos, 

aún necesita vigilar la obra con la misma constancia con que 

el sembrador lo hace con las aves o insectos dañinos que ame-

nazan destruir su buena obra. Por lo tanto, es un sembrador, 

un mediador responsable por la plantación del trigo espiritual, 

cabiéndole garantizar la fiel y perfecta cosecha para el Señor.

Por ello, no le cabe esperar recompensa alguna o mere-

cimientos de orden superior al aceptar en sana conciencia el 

transmitir el mensaje del reino divino. Es una tarea de amplio 

sacrificio y de suma importancia porque se trata de un trabajo 

humano y poco común. El mensajero de la espiritualidad debe 

aplicar todos los minutos provechosos de su vida, a fin de con-

seguir un éxito absoluto sobre la siembra que se propone reali-

zar bajo la confianza del Señor.

Pregunta: 

Si consideramos que la cizaña es una planta de 

la misma familia del trigo, ¿por qué motivo debe servir de mal 

ejemplo en esa parábola?

Ramatís: 

Se sabe perfectamente que la cizaña es una gra-

mínea similar al trigo, pero considerada como una plaga, por lo 

cual ofrece un excelente simbolismo de que el mal se asemeja al 

bien. Sin embargo, las diferencias provienen del fruto de la cul-

tura y otras cualidades que una posee y la otra no. Por ello, todo 

emprendimiento hacia el bien, aunque se encuentre garantizado 

por ser una tarea superior, debe ser vigilado y fiscalizado cons-

tantemente por sus responsables a fin de evitar la proliferación 

dañina de las doctrinas irracionales. La verdad puede imitarse 

fraudulentamente y presentarse como una copia genuina pero 

Nota del Médium: 

Tal vez por ello, es que Allan Kardec fue considerado como 

el “buen sentido encarnado” al codificar la doctrina espirita, puesto que resistió las 

críticas malas e injustas, las que se encuentran obligadas a guardar silencio ante 

la imposibilidad de hallar cualquier concepto aberrativo o postulados infantiles. 

Por ello, el Espiritismo plasmado por Allan Kardec jamás abdicó de la razón y del 

análisis valeroso respecto a su codificación.

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