El Evangelio A la Luz del Cosmos
en busca de su angelización. El espíritu del hombre es el único
responsable de sus desdichas, angustias y vicisitudes tan pron-
to contraría las leyes del progreso eterno. El mismo causa los
defectos, deformaciones, intoxicaciones y anomalías a su peri-
espíritu, cuyo equilibrio y seguridad requieren la reparación en
el taller beneficioso de la vida física.
Pregunta:
¿Cuál es la enfemedad provocada por el fluido
tóxico del egoísmo?
Ramatís:
El fluido espeso y mórbido que se genera bajo el
estado pecaminoso del egoísmo, al desprenderse del tejido peri-
espiritual hacia el cuerpo carnal, en la próxima existencia física,
proporciona un clima nutritivo que multiplicará los bacilos de
Koch, resultando la temida tuberculosis. Pero conforme sea el
sistema, la región u órgano de mayor vulnerabilidad hereditaria
en el hombre, allí se concentrará el fluido producto del egoísmo,
exudado del periespíritu y causante de la tuberculosis pulmo-
nar, renal, intestinal, ósea o de la piel
[15]
.
Pregunta:
¿Nos podéis citar algunos ejemplos comparati-
vos referentes a que el hombre originalmente posee su peries-
píritu y que éste preexiste a su nacimiento físico y sobrevive
también a su muerte corporal?
Ramatís:
Una simple regla matemática sería más que sufi-
ciente para comprobar que el hombre es el producto de la ma-
terialización de un periespíritu que existe antes de renacer en la
tierra. Considerando, por ejemplo, que un joven de 25 años de
edad debe medir 1,70 de altura, es evidente, que bajo la lógica
de la matemática, ese mismo joven debería alcanzar la estatura
de 3,40 al cumplir los 50 años y sucesivamente 5,10 al poseer
75 años.
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Nota de Ramatís:
Como la Divinidad no castiga, pero reeduca y corrige al
pecador, la Ley del Karma apenas se encarga de ajustar al culpable que contravino
las condiciones técnicas y venturosas de la vida espiritual. De ahí que los egoístas
se aíslan de la humanidad viviendo exclusivamente para ellos, ajenos a las obliga-
ciones y al concurso fraterno junto a sus demás compañeros encarnados; entonces
generan el fluido que en la próxima existencia procrea y alimenta los bacilos de
Koch y la consecuente tuberculosis. Siendo así, el egoísta sólo recogerá aquello que
sembró, pues habiendo huido de la vida y de prestar su cooperación colectiva, más
tarde es aislado por la propia humanidad, que lo teme por el contagio peligroso
de su enfermedad.
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