Ramatís

arcángel. Siendo de esa forma, todos los estados del espíritu de 

la persona y sus actividades físicas, psíquicas u ocultas exigen 

una cuota de energía adecuada y acorde con el momento de su 

necesidad.

En consecuencia, a pesar de ser el espíritu de la persona hu-

mana una entidad poco explicable, dentro de los cánones comu-

nes, sin embargo, acciona en el campo de las fuerzas sutilísimas, 

unas veces movilizando energías densas y otras veces sublimes, 

de acuerdo con la naturaleza de sus pensamientos y acciones. 

Siendo así, necesita convocar fuerzas o fluidos inferiores, com-

pactos o animalizados cuando procede con estados psíquicos de 

pasiones bajas, es decir, con su campo vibratorio en dirección 

a la materia. Las actitudes, emociones y actividades que son 

acordes con la vida física o animal, sustentan un intercambio de 

fluidos primitivos, agresivos y hasta ofensivos para la contex-

tura sensible del periespíritu. Los “pecados”, por lo tanto, son 

estados del espíritu, cuya vibración es baja y requiere un consu-

mo de fluidos densos y espesos, incitados desde lo “bajo” hacia 

lo “alto”, del mundo animal hacia el mundo humano. Al tratarse 

de fluidos de magnetismo muy denso, después de usados o con-

sumidos por la persona, dejan un residuo indeseable, tal como 

sucede con la combustión del combustible grueso que deja una 

especie de hollín que se adhiere y presiona las delicadas fibras 

del periespíritu.

Pregunta: 

¿Los residuos, provocados por los pecados, que-

dan indefinidamente adheridos al periespíritu de la persona pe-

cadora?

Ramatís: 

Esa especie de ceniza tóxica y fluídica, pegajosa y 

primaria, únicamente puede expulsarse del periespíritu después 

de la desencarnación de la persona y bajo un adecuado trata-

miento en los charcos absorbentes y astralinos del Más Allá.

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Es una providencia específica, terapéutica y no propiamente 

castigadora, pues en base a su magnetismo gravitacional muy 

denso, el espíritu padece atrozmente el proceso purificador, que 

por otra parte, juzga encontrarse en las llamas eternas del in-

fierno.

A pesar del proceso de cura o “purificación” en los char-

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