El Evangelio A la Luz del Cosmos 

Es muy liviano e inestable, pesa alrededor de unos 60 gra-

mos, es muy vivo en las personas inquietas y ágiles; excitable 

y saludable en los jóvenes, compacto y vigoroso en los salvajes; 

opaco y de flujo letárgico en la circulación vital de las personas 

de edad. En las personas perversas se manifiesta de un color os-

curo y aceitoso, así como también en los seres de baja espiritua-

lidad, como Nerón, Torquemada, Hitler, Rasputín o Tamerlan, 

pero es limpio y claro, de atrayente luminosidad en un Francis-

co de Asís o Juan Evangelista, y de indescriptible e inmaculada 

cristalinidad en el tipo espiriual del Maestro Jesús.

El doble etérico permanece cerca de las tumbas donde en-

tierran el cuerpo físico de su dueño, y se disuelve conforme a 

la contextura espiritual de la entidad desencarnante. Es fácil 

observarlo en la primera noche del funeral y algunos espíritus 

demorados suele vérselos en los cementerios llegando a confun-

dirse los esbozos etéreos y luminosos del doble etérico con la 

apariencia de los fuegos fatuos. En las criaturas animalizadas, 

desconocedoras de las leyes supremas de la vida, crueles y ven-

gativas, así como también en el caso de los suicidas, ese doble 

etérico permanece algunos días ligado al cadáver en un inter-

cambio vitalizante de energías inferiores. De ahí resulta que 

ciertos desencarnados infelices sienten vivamente la podredum-

bre de su cuerpo físico que yace en la tumba, debido a la acción 

destructora de los gérmenes que procesan la descomposición, 

debido a que su doble etérico les transfiere las sensaciones hacia 

el periespíritu. Por esa causa es inconveniente la cremación de 

los cuerpos carnales antes de las 72 horas, debido a las probabi-

lidades de que el desencarnado pueda sentir los efectos atroces 

de la incineración.

Durante la vida del hombre, en su crecimiento y desarrollo, 

el doble etérico es un organismo que gobierna la fuerza instin-

tiva aglutinante, y no un simple esbozo que configura a la per-

sona humana. Aunque se trata de un organismo constituido del 

éter, es el centro del magnetismo y de la electricidad biológica 

humana, cuya luminiscencia se manifiesta y difiere conforme a 

las regiones orgánicas, además de su colorido peculiar por el es-

e Irradiaciones, 

de Edgar Armond; El Cielo está en Nosotros, de Theos Bernard, 

ediciones Siglo Veinte, Juncal 1131, Bs. As., Argentina y Librería Kier S.A., Av. 

Santa Fe 1260, Bs. As. Argentina.

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