El Evangelio A la Luz del Cosmos 

realidad espiritual, aseguran que “la materia no vale nada”. Tal 

vez siguen ignorando que las formas del mundo físico son ver-

daderos moldes de energía condensada, como lo explicó Eins-

tein, puesto que exaltan al espíritu y condenan a la materia, 

que es la expresión densa de la energía. Además, el espíritu no 

se modifica por el hecho de cambiar de condición energética, 

tal como sucede con el bandido, que no se vuelve un santo por 

cambiar de apartamento. El espíritu, sea encarnado o no, sigue 

cultivando las mismas virtudes o practica los mismos vicios in-

herentes a sus experiencias vividas, porque manifiesta, a través 

de la carne, el acervo de su propia personalidad que definitiva-

mente lo conduce a la felicidad eterna del ángel.

El hombre que tenga simpatía al color rojo o azul, que sea 

católico o espirita, que aprecie el vals o la sinfonía, sea carnívoro 

ovegetariano, jamás ha de modificar sus preferencias o simpa-

tías, por el simple hecho de vestir un traje de buzo y permanecer 

algunas horas sumergido en el lecho del río. Es natural que, al 

regresar a la superficie y quitarse el pesado traje de buzo, se ha 

de manifestar con las mismas condiciones y aptitudes que tenía 

antes de sumergirse. De la misma forma, el espíritu del hombre 

no se modifica “interiormente” por el sólo hecho de vivir en de-

terminada escafandra de carne y huesos, a fin de sumergirse en 

el caudaloso río de la vida física y terrena.

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Pregunta: 

En el caso que el hombre naciera imbécil, mogó-

lico, hidrocéfalo o con algunos miembros del cuerpo atrofiados, 

¿debemos suponer que es el espíritu enfermizo quien produce la 

materialización defectuosa a través de la carne humana?

Ramatís: 

El espíritu del hombre, en su esencia fundamental 

divina, es perfectamente sano, porque siendo una centella de 

luz emanada de Dios, jamás podrá volverse enfermiza. En el 

Nota del Médium: 

A Nho Quim, espíritu de muy avanzada inteligencia, que vivió 

en cierta ciudad litoraleña de Paraná, se le preguntó sobre la cuestión del espíritu 

y el cuerpo durante la encarnación, y manifestó: El espíritu es como el alumno 

que va a la escuela, de acuerdo a la que escoge, debe usar el uniforme. Siendo así, 

quien necesita aprender la lección en japonés o en chino, viste uniforme amarillo, 

en Europa, el blanco, y en África, la ropa es totalmente negra. En mi caso personal, 

uso el uniforme rojizo de los indios americanos y el color cobre de los atlantes. Y, 

cuando la necesidad lo requiere, ese vestido puede ser mulato, rubio y hasta de 

cabellos rojizos. Todo depende de la lección que necesita el alumno para graduarse 

espiritualmente.

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