Ramatís

hombre del siglo XX que alcanzó el control sobre innumerables 

fuerzas ocultas, como es la energía nuclear, inclusive el dominio 

de las computadoras y robots, y últimamente la conquista de la 

Luna, entonces ya puede ir percibiendo la contextura esotérica 

que existe en la mayoría de los textos evangélicos. En la época 

de Jesús, el materialismo dominaba y el espiritualismo era lle-

vado a cuenta de supersticiones y ritos cansadores, por lo cual 

sólo era posible comprobar la realidad por medio de algunos 

iniciados perseverantes, que sabían sobre la verdad absoluta, 

en que el animal se transforma en hombre y éste, se sublima en 

ángel.

Jamás el Maestro sería entendido y tenido en cuenta, si pre-

tendiera exigir a su pueblo, la misma interpretación que hoy es 

accesible al hombre moderno, enriquecido por el conocimien-

to técnico y científico de la vida humana. “El reino de los cie-

los es tomado por la violencia y son los violentos quienes lo 

arrebatan”, de cuyas palabras Jesús estaba aludiendo con más 

propiedad a un hecho científico de conversión o metamorfosis 

espiritual. Ello es el fruto de una decisión inexorable, que sólo 

sucede a las criaturas espiritualmente preparadas y decididas a 

romper las ataduras inferiores, que aún prenden a su espíritu 

a las pasiones y vicios generados por la imantación del cuerpo 

físico. El espíritu del hombre realiza su ascenso lentamente, vi-

viendo períodos espirituales, que lo preparan por medie de las 

vidas carnales y educativas. Comúnmente alcanza su definitiva 

liberación, en un momento de súbita violencia, dominado por 

un sublime impulso; entonces rompe el velo de la vida ilusoria 

de la animalidad. Nos recuerda a la flor, que después de un lar-

go período de gestación a la luz creadora del sol, entreabre sus 

pétalos sin sufrir etapas graduales.

El concepto evangélico, que está en examen, nos recuerda 

también el sentido que poseen todas las empresas y creaciones, 

que después de vencer largos períodos de preparación y madu-

ración interiores, terminan alcanzando su meta, como conquis-

tadores que se posesionan de lo más apetecido. El espíritu del 

hombre despierta y desenvuelve, vida tras vida, por medio de 

la concentración íntima y del poder de síntesis de las experien-

cias adquiridas, efectuadas en los mundos físicos, la conciencia 

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