El Evangelio A la Luz del Cosmos 

la configuración de los seres y de las cosas físicas, la ley de la 

energía acciona constantemente a fin de que todo tipo de ener-

gía pueda liberarse de cualquier conformación morfológica y 

aprisionante de los mundos transitorios. La absoluta y eterna 

libertad de la energía es una condición inalterable. De la misma 

forma, la Ley espiritual acciona en el campo moral del hombre 

y va paulatinamente procesándole la liberación del potencial 

de luz, que mantiene virgen, por ser la divina herencia de Dios. 

En su constante evasión hacia la periferia, esa energía clarifica, 

purifica y sublima al periespíritu imperfecto, hasta transformar-

lo en la “túnica nupcial” citada en la parábola del “Festín de la 

Boda”, lo cual significa, un simbólico y más perfecto traje peri-

espiritual.

Ambos fenómenos se asemejan: el estado animal, por el 

proceso de la degradación va cediendo en favor del psiquismo, 

estado real y definitivo, que lo supera cualitativamente. Aun-

que se destruye la compacticidad transitoria de la forma, bajo 

la acción dinámica del psiquismo, sin embargo, se va ganando 

y ampliando la capacidad receptiva del espíritu humano, has-

ta alcanzar una mayor área de conciencia sobre la Vida Real. 

Cuando más imponderable se vuelve la entidad llamada “alma”, 

a causa de ir despojándose del residual morfológico de los mun-

dos físicos, aún más acentúa su poder por alcanzar otros fenó-

menos del Cosmos, y consecuentemente, también alcanza una 

mayor área de conocimientos sobre la Realidad llamada Dios, y 

a su vez, su percepción es más consciente.

Pregunta: 

¿Queréis decir que la propia degradación de las 

formas en los mundos físicos es más un índice de “transforma-

ción” que de destrucción? Siendo así, ¿se justifica el viejo con-

cepto de Leibniz, que dice, “nada se crea, todo se transforma en 

la naturaleza”? 

[2]

Ramatís: 

En verdad, la madurez es un estado normal en 

Nota del Revisor (Brasileño): 

En virtud de que algunos lectores se extrañaron 

porque atribuimos a Leibnitz el aforismo, que dice “nada se pierde, nada se crea, 

todo se transforma”; nosotros estamos sabiendo que es una extensión de la Ley de 

Conservación de la Masa, enunciada por Lavoisier. Se tiene conocimiento que en 

un sistema químico, aislada la masa, ésta permanece constante, cualquiera sean las 

transformaciones que ella sufra. Así, el primero de los aforismos pertenece al gran 

filósofo monista Leibnitz, y el segundo, al hombre de ciencia Lavoisier.

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