Ramatís

pronta reintegración del espíritu al mundo angélico del «Reino 

de Dios».

Jesús, psicólogo sideral, coordinador de todos los instruc-

tores que pasaron por la tierra, jamás cometería el equívoco de 

exigir a un espíritu en los albores de su conciencia que se com-

portara con el mismo sentido de justicia de un iniciado. Sería 

absurdo exigir a la especie floral, que demuestra en el pequeño 

botón vegetal su formación, la misma composición, belleza y 

perfume, que sólo puede ofrecer la rosa, en la plenitud de su 

fragancia y en su atrayente configuración floral.

El hombre maduro puede pecar por injusticia, pero arre-

pentirse sinceramente del acto cometido y tratar de reparar su 

acto ignominioso. En su conciencia desenvuelta sólo vislumbra 

el sentido de justicia, cuya evolución lo sublima hasta alcanzar 

definitivamente el completo estado del Amor. Pero la criatura 

espiritualmente inmadura no se da cuenta de su accionar cen-

surable, puesto que busca únicamente lo mejor para sí misma e 

ignora que sus hermanos van buscando también la misma cosa 

que él y tienen el mismo derecho de ser felices. El egoísmo, por 

lo tanto, a pesar de ser un acto censurable, sin embargo, funda-

menta la convergencia de los hechos y amplía la esfera de los 

deseos de posesión humana, por lo tanto organiza el centro de 

conciencia del futuro individuo, el que va creciendo como uni-

dad en el seno de Dios. Sólo aparecen los albores de la justicia 

y se afina el sentimiento del hombre por la filantropía, después 

que se satura, debido a que “carga de más y usa muy poco”. De 

ahí en más comienza a centellear el espíritu y un sentido pri-

mario de la justicia comienza a convencerlo, de que los “otros” 

también merecen poseer tanto como él y no deben ser juzgados 

ocondenados por la misma causa.

El sentimiento de altruismo, aunque inicialmente sea inte-

resado, se desenvuelve de a poco y la criatura comienza a donar 

lo que le sobre o que le pesa de más en su patrimonio. Unas 

veces por hábito, otras por sentirse dichoso de dar, el ser ad-

quiere experiencia y aclara su mente, alcanzando la meta del 

altruismo, sea porque el espíritu siente satisfacción superior o 

pretende ingenuamente hacer un “buen negocio con la divini-

dad”, pero en definitiva, lo hace en forma pacífica y agradable.

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