Ramatís

no se convierten en criaturas pacíficas y bienhechoras, porque 

la ciencia y la técnica transformen el orbe en un mundo confor-

table y agradable.

De la misma forma, el avance técnico, la modernización 

y el lujo aplicados en la escuela primaria no terminan con la 

estulticia, la rebeldía y la maldad de los alumnos ignorantes. 

Los alumnos incultos, instintivos, dañinos e irresponsables con-

tinuarán rompiendo el tapizado de las sillas, arrojando los tinte-

ros contra sus compañeros de estudio, rompiendo y maltratan-

do los cuadernos, escribiendo obscenamente en las paredes de 

las escuelas, deteriorando los sanitarios, rompiendo los vidrios 

de las ventanas de las aulas y ensuciando el uniforme escolar, 

todo ello, en medio del alboroto que caracteriza sus diabluras, 

demostrando su indisciplina y cinismo contra los profesores, los 

cuales fueron seleccionados por el moderno método educativo.

El mismo fenómeno sucede en vuestro orbe, pues a pesar 

del triunfo de la técnica y de la ciencia, que iluminan portentosa-

mente las ciudades modernas, descubrieron el “radar”, crearon 

las computadoras y mantienen el control remoto de los aviones 

supersónicos y alcanzaron exitosamente el alunizaje en el saté-

lite, sin embargo, los terrícolas continúan en la misma ignoran-

cia, impiedad, belicosidad e índole fratricida, que heredaron de 

la edad de piedra. Aunque el hombre haya caminado sobre la 

luna, todavía no consiguió penetrar un centímetro dentro de sí 

mismo, a pesar del triunfo de circundar su orbe con satélites ar-

tificiales, pues aún no aprendió a dar evangélicamente los pasos 

alrededor de su propio hogar. Vistiendo lujosamente a la moda 

y trasladándose con veloces y costosos vehículos, gozando de 

los sorprendentes programas de la televisión, electronizado y 

totalmente “cientifizado”, el hombre terreno aún continúa prac-

ticando los mismos actos de vandalismo, propios de la era de 

las cavernas, variando tan solamente en su perversidad respecto 

a los recursos alcanzados para la destrucción, último avance de 

la ciencia moderna.

Antiguamente habitaba en grutas de piedras; hoy, civiliza-

do, prefiere los estrechos cuadrados de cemento, conocidos por 

“rascacielos”; antes eliminaba a los adversarios con garrotes y 

piedras; actualmente, mata elegantemente con sofisticadas pis-

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