Ramatís
toda suerte de sufrimientos y dolores, si en realidad quería al-
canzar el “Reino de Dios”.
Pregunta:
¿Qué significa liberarse de Maya, según dice la
tradición orientalista?
Ramatís:
El espíritu del hombre sólo podrá liberarse de
“Maya”
[5]
que lo ata a la rueda de las encarnaciones humanas,
cuando espontáneamente y con valor elimine los deseos y accio-
nes del mundo físico, para aspirar exclusivamente a la vida del
mundo angélico. Decía Pablo de Tarso que solamente cuando
“muere” el hombre viejo y renace “el hombre nuevo”, el espíritu
consigue alcanzar su vuelo hacia los planos de ventura sideral
y eterna.
Jesús dejó muy bien aclarada la gran diferencia que existía
entre el plano espiritual del “Reino de Dios”, y el “mundo del
César”, de la existencia humana, con todas sus fascinaciones y
deseos, que aprisionan al espíritu en las telas seductoras de las
vidas transitorias y perecederas.
El Reino de Dios es la vida libre del espíritu inmortal, don-
de todo es definitivo y venturoso, cuyos seres felices, jamás se
turban por el miedo, angustias y aflicciones, propias del mundo
transitorio y donde el hombre se desgasta con el uso indiscrimi-
nado de los cinco sentidos físicos y sufre la influencia extrasen-
soria del mundo oculto, que es coincidente con el mundo físico
creado por el mismo hombre.
El hombre que busca el “Reino de Dios” y desea su libe-
ración de los ciclos reencarnatorios, podrá liberarse del yugo
carnal, después que haya desechado cualquier tipo de interés
opasión por la materia. Mientras exista el mínimo deseo sobre
los valores y placeres físicos, a pesar de los esfuerzos realiza-
dos para ascender sideralmente, se ha de parecer al águila que
surca la amplitud del cielo, pero cuando le acucia el hambre,
desciende al suelo y mata para saciar su apetito. Esa liberación
ha de ser sacrificada, pero definitiva, un total rompimiento con
los valores y bienes del mundo material, tal como lo hicieron los
5
Maya,
vocablo tradicional del sánscrito que significa “ilusión” sobre la vida física,
que en verdad, se transforma, envejece y desaparece; lo que no persiste y aquello en
lo que el hombre se enreda, como si fuera la tela de la araña, imantado por la fuerza
atrayente de las formas físicas, y a su vez, aniquilado por la misma.
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