El Evangelio A la Luz del Cosmos 

tes, recién salidos de las cavernas y de la edad de piedra, que 

sólo entienden las especulaciones del mundo del César, pero son 

descreídos y dudan de la realidad del “Reino de Dios”. Obvia-

mente, Jesús no padeció en la Tierra el efecto kármico de haber 

sido crucificado, por causas similares en el pasado, sino que 

para poder entregar y difundir el “Código Moral” del Evangelio 

a los alumnos terrícolas, se auto obligó conscientemente a su-

frir las causticidad del trato con el planeta y sus moradores, al 

cual vino a preparar, y en cambio el primarismo, la rebeldía y 

la crueldad de los alumnos lo crucificaron, dominados por una 

total irresponsabilidad espiritual.

Jesús tuvo que afrontar una gran desventaja durante su 

vida terrena, porque en medio de la competición feroz, egoísta 

y humana de los terrícolas, sólo reaccionaba “dando la camisa 

a quien le quitaba la túnica” u “ofreciendo el lado derecho de la 

cara a quien le golpeaba el izquierdo”. La paloma que no tiene 

defensa ante el ataque feroz del aguilucho, que sólo piensa en 

su bienestar, es obvio que ha de ser sacrificada. En un mundo 

tan agresivo y primario, que anda sobre los primeros pasos de 

su perfeccionamiento, como es la tierra, sus habitantes son es-

piritualmente analfabetos, y únicamente reconocen el poder de 

la fuerza, jamás la ternura y la renuncia. En cualquier nivel de 

vida, sea intelectual, moral y emotiva del planeta físico terrícola, 

sólo lleva ventaja quien se defiende protegido por las mismas 

leyes primarias e instintivas de ese mundo inhóspito. Por eso, 

será derrotado implacablemente el santo que se sienta estimu-

lado por los principios espirituales que hacen a la vida superior 

y pretenda vivir pacífica y amorosamente entre los “trogloditas” 

que visten de casimir y se afeitan la barba, donde las leyes y re-

glas para sobrevivir aún evocan la era del “sílex” de las cavernas.

En un mundo de naturaleza agresiva y propia para los se-

res feroces e impiadosos, el hombre delicado ha de ser alcanza-

do y herido con facilidad por el impacto destructor y violento 

del medio. 

[4]

 De ahí el motivo por el cual Jesús afirmaba que él 

era “el Camino, la Verdad y la Vida”, puesto que el hombre debía 

tomar su propia cruz y someterse pacífica y resignadamente a 

Dice Ramatís en la obra El Sublime Peregrino: “El traje de seda se rompe con 

rapidez y facilidad entre las espinas, no así el traje de cuero, utilizado por el cam-

pesino”.

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