El Evangelio A la Luz del Cosmos 

y encadenado al instinto animal, el hombre juzga que es una 

criatura feliz, dedicándose a los placeres y pasiones inferiores, 

sin advertir que su residual inferior se adhiere a la sublime con-

textura de su cuerpo periespiritual. Sin embargo y a pesar de su 

primitivismo y del apego a los bienes materiales, bajo la inspira-

ción divina, el espíritu encarnado siempre busca lo mejor de la 

vida, tanto para sí como para sus familiares. Inconscientemente 

busca a Dios, porque Dios es lo “mejor’’ del Universo.

Aunque el hombre busque lo mejor por medio del odio, 

la codicia, la violencia y la crueldad, en su conciencia que mal 

comienza despertar, condiciona su ferocidad en el medio donde 

vive, en busca de sintonizarse al mundo divino, que presiente y 

vibra en lo íntimo de su estructura espiritual. Bajo el impulso 

espiritual, e interior, atraviesa la existencia física entre venturas 

e infelicidades, equívocos y aciertos, delincuencia y santifica-

ción, pero siempre intentando orientarse hacia el Norte de la 

Felicidad Eterna. Quien busca específicamente la desventura y 

la desgracia, sin lugar a dudas no podría tener, en su intimidad, 

la esencia de Dios, que es Felicidad Eterna.

Pregunta: 

El mundo de las riquezas y bienes materiales, 

que sirve para encaminar y desarrollar a los seres hacia su per-

fección, ¿también debe evolucionar y refinar su naturaleza, a fin 

de alcanzar condiciones planetarias superiores?

Ramatís: 

Después que Einstein comprobó y aseguró que la 

materia sólo es “energía condensada”, es obvio que no existe la 

materia propiamente dicha sino la energía aprisionada confor-

me a los moldes o matrices ocultas, que conforman al mundo 

que conocéis. El mundo material, por lo tanto, es el mundo de 

la energía condensada, que se mantiene conforme a sus caracte-

rísticas vibratorias, comprimida y ocupando las formas que dan 

forma al universo. Una vez más, la ciencia académica de Occi-

dente comprueba la exactitud y la sensatez de los postulados de 

la vieja filosofía oriental, cuando los Vedas afirmaban que Maya, 

el mundo físico, es tan sólo una ilusión, la sombra de Brahma, 

que se deshace en cada Manvantara o Gran Plano.

Después de la conocida fase del “Día de Brahma”, tradicio-

nal de la escolástica hindú, se comprueba el período de desin-

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