El Evangelio A la Luz del Cosmos 

sentir, a conciencia, la autenticidad de la vida espiritual y eterna.

Pregunta: 

¿El espíritu del hombre no podría alcanzar la 

evolución de su estado de conciencia, sin tener que apoyarse en 

las enseñanzas de los llamados gurús o “Maestros”, dado que 

posee en sí mismo la orientación interna del “reino divino”, por 

el hecho de haber sido creado “a imagen de Dios”?

Ramatís: 

El hombre en su inmadurez espiritual necesita de 

guías u orientadores, que le indiquen sobre las actividades y 

los valores importantes para dirigir su aprendizaje en la mate-

ria. Bajo la orientación superior, el espíritu aprende a moverse 

correctamente en los intrincados caminos de las formas físicas, 

siendo estimulado para alcanzar realizaciones mayores cuya fi-

nalidad es alcanzar la liberación espiritual. El hombre, en la 

tierra, es casi un ciego, con relación a las cosas definitivas e 

imponderables de la vida superior. Necesita que la Administra-

ción Divina lo ayude constantemente, por cuyo motivo, apare-

cen periódicamente en la tierra los instructores siderales, con la 

misión de revelar y divulgar en todas las latitudes geográficas 

las inmutables leyes y valores definitivos del reino divino. En 

épocas oportunas aparecieron sobre vuestra tierra los grandes 

instructores de la humanidad, como Fo-Hí, Confucio y Lao Tsé, 

en China, Antulio en la Atlántida, Moisés, entre los hebreos, Or-

feo en Grecia, Krisnha en la India, Hermes en Egipto, Mahoma 

en Arabia, Buda en Asia y finalmente Jesús, el sintetizador de 

las enseñanzas de sus precursores, los unificó en el Sublime Có-

digo Moral del Evangelio.

Examinando los postulados y revelaciones esclarecedoras 

de los Maestros de la Espiritualidad, observamos en el conteni-

do de las enseñanzas liberadoras y apropiadas a cada raza, un 

mismo sentido, legislativo y sideral, esclareciendo que el hom-

bre no puede servir simultáneamente a dos señores. El Maestro 

Jesús proclamó, textual y perentoriamente así; “No debéis servir 

a las riquezas”, pero anunció con demasiada claridad, que “No 

se debe servir a dos señores al mismo tiempo”. Es algo pare-

cido al viejo adagio de sabiduría popular, que dice así: “No se 

puede tocar la flauta y silbar al mismo tiempo”. El Maestro no 

condenó el modo de vida material, ni siquiera advirtió para que 

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