El Evangelio A la Luz del Cosmos 

fisiológicas, pero excesivamente ciego, modela el organismo 

carnal para que el espíritu pueda accionar en el mundo de las 

riquezas, ejerciendo su acción en forma particular y condicio-

nada.

En consecuencia, en su observación humana del mundo 

físico, el espíritu necesita luchar con fuerza y sacrificio para 

imponer sus principios espirituales y superiores, a fin de con-

trolar las tendencias animales e instintivas, así como también 

inferiores. Es como el bravío caballo salvaje, que primero debe 

domarse, para luego utilizarlo en los diversos quehaceres.

Bajo la fuerza del instinto animal que conserva la vida del 

individuo, el espíritu acumula bienes y valores, basados y ad-

quiridos constantemente en el mundo exterior, a fin de activar 

y conformar el núcleo de su conciencia personal, que es la re-

sultante de las experiencias y conclusiones realizadas en el edu-

cativo intercambio “psico-físico”. Tomando conocimiento de las 

leyes y motivos que rigen el equilibrio de las vidas planetarias 

puede discernir sobre la Inteligencia Suprema, que realmente 

es el agente causal y disciplinador de los fenómenos y aconteci-

mientos exteriores. El hombre siente íntimamente la existencia 

de Dios, como una fuente sublime, sabia e infinita que lo creó y 

que, además, crea y gobierna todo el universo. Bajo el dominio 

de las leyes un tanto groseras del mundo de la materia, que 

lo incentivan sin descanso para conformar su conciencia indi-

vidual, constantemente so siente sensibilizado debido al inter-

cambio psíquico; entonces, poco a poco se va dando cuenta de 

la oculta presencia divina, pero que rige el perfeccionamiento, 

cuya acción en lo íntimo de su alma termina elaborando la me-

tamorfosis angélica.

Sin lugar a dudas, mientras el espíritu sirve o trabaja en 

el mundo educativo y transitorio de las riquezas materiales, no 

puede distinguir lúcidamente la realidad del “reino de Dios”, 

que es la vida real de la Espiritualidad. No existe una razón 

respecto a la separación del mundo espiritual y material; puesto 

que el hombre sólo es un espíritu materializado en la superfi-

cie del mundo tierra, cuyo orbe, no deja de ser un quantum 

de energía universal compacta. El espíritu encarnado ausculta, 

pero no percibe su realidad divina, porque todavía no desenvol-

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