Ramatís

proporcionar la felicidad para quienes son eternos.

La ventura que depende de la existencia de los objetos, 

cosas y seres no es duradera; además, esas cosas tienen una 

existencia propia y limitada, pero no pueden transmitir place-

res duraderos, más allá de aquellos a que la persona se acon-

diciona.

 [3] 

En consecuencia, la alegría y el júbilo del espíritu se 

derivan del estado de absoluta liberación, y que no se encuentra 

comprendido en cualquier factor o valores determinados por el 

tiempo y el espacio. Ha de ser entonces lo que el espíritu realiza 

en sí mismo y a través de su contacto con los valores auténticos 

y que jamás sufran modificación alguna. Una liberación abso-

luta no puede depender de ningún valor “alfa” o “omega” en el 

universo. No es lo que existe más allá de sí mismo lo que causa 

la felicidad, pero sí lo que existe y jamás se fragmenta en la in-

timidad del espíritu. La ventura del reino de Dios, es un estado 

de espíritu de “absoluta liberación” sin deseo de posesión algu-

na, aquí o más allá de sí mismo. La beatitud o el nirvana de la 

tradición oriental, no es la inmovilidad o fusión con el Espíritu 

Cósmico de Dios; sino el poder sin poseer; la libertad absoluta 

sin el deseo; la paz de existir sin herir. La paz del espíritu de la 

conciencia divinizada es como una lámpara inmaculada, que 

da eternamente la luz del Señor. La ventura, imposible de ser 

delineada bajo la expresión de la palabra humana, es la incon-

cebible donación creadora e incondicional, en un eterno pulsar 

del diástole y sístole del Creador.

Los objetos y cosas materiales son como prolongaciones vivas del ser, que le pro-

porcionan una especie de sensibilidad fuera de lo común y que lo hacen sufrir. El 

hombre apegado a su automotor, por así dar un ejemplo, reacciona irritado cuando 

alguien lo toca o golpea inadvertidamente, pasando a sufrir por causa de su recelo 

ante la posible desvalorización material.

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