El Evangelio A la Luz del Cosmos 

hombre absolutamente feliz, porque desenvolvió en sí mismo la 

ventura divina de Dios.

Mientras el espíritu del hombre no alcance esa perfección y 

conocimiento de la Verdad, debe actuar y está sujeto al plano de 

los contrastes y sujeto a medidas, límites dados por el tiempo y 

el espacio, que lo obligan a un constante desgaste de energías, 

debido a su inestabilidad por causa de no satisfacerse interior-

mente. Pero ni bien alcance la realidad mencionada por Jesús, 

pasará a desenvolverse liberado de las contingencias o coaccio-

nes exteriores; entonces es el ángel que tiene a su disposición 

un campo de energías sutilísimas, que jamás se desgastan o se 

modifican si no es por su propia voluntad. Sin duda, las ener-

gías, cuando más puras y sutiles son, también son más afines al 

espíritu y a las vibraciones creadoras de Dios.

En el reino de Dios, o en el seno de la Verdad Absoluta, 

que es la fuente de Vida en el universo entero, la ventura es un 

“estado de espíritu” y no el fruto de tener posesión o propiedad 

particular; en el primer caso, es necesario que el espíritu adquie-

ra capacidad por medio del entrenamiento, y afine su estado 

íntimo con el uso de los objetivos, en el intercambio correspon-

diente con el mundo físico; en el segundo de los casos, el estado 

de posesión es precario, porque ser dueño material de un lote de 

tierra, una fortuna de oro o de un lujoso vehículo, a pesar de la 

diferencia ilusoria del ser, siempre ha de ser un estado transito-

rio del espíritu y sin valor definitivo, porque es la “posesión” de 

un poder precario.

El espíritu del hombre toma contacto con los fenómenos 

y hechos por medio de los cinco sentidos físicos, y esto le vale 

solamente por causa de la concentración, intensificación y cata-

lización de la energía, que le proporciona un sentido o facultad 

poco común, pero que a su vez lo va sublimando. No es la ex-

tensión y el valor de los bienes, que maneja o administra, lo que 

le produce favorecimientos o venturas, si egoístamente desea 

aferrarse al valor material de los mismos. La posesión de las 

cosas es un estado del espíritu que converge en una falsa ventu-

ra para determinado objeto, cosa o ser en el mundo transitorio. 

Por lo tanto, la posesión diminuta o inmensurable no significa 

ventura, pues las cosas inanimadas y provisorias jamás pueden 

196