El Evangelio A la Luz del Cosmos 

Pregunta: 

¿Cuál fue el verdadero sentido que Jesús quiso 

dar a sus palabras, «mi reino no es de éste mundo», cuando le 

respondió a Pilatos? ¿Le insinuó alguna cosa que sobrepasaba 

el concepto del reino de la energía libre del espíritu, compa-

rándola con la compactación, que corresponde al mundo de la 

materia?

Ramatís: 

Narra el Evangelio de Juan que, habiendo en-

trado Pilatos a palacio y haciendo comparecer a Jesús ante su 

presencia, le preguntó: “¿Eres tú el rey de los judíos? —Jesús le 

respondió: “Tú dices que soy rey. Yo para esto nací, y para esto 

vine al mundo, para dar testimonio a la verdad; todo aquel que 

es de la verdad, escucha mi voz”. 

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Es evidente que todo cuanto Jesús manifiesta hace perfecta 

distinción entre un “reino” o vida superior, disciplinada y diri-

gida convenientemente, y el “mundo” habitado por los hombres 

y en permanente conflicto por las pasiones, intereses y vicios, 

es decir, una vida indisciplinada bajo el egoísmo individual. En 

un reino viven aquellos que fueron “escogidos” por el progreso 

espiritual, y en el mundo, los que desean permanecer adheridos 

a las satisfacciones y goces materiales, conforme lo manifiesta 

la graduación de cada ser.

En la respuesta que da a Pilatos, de que era rey, se esta-

ba sirviendo del sentido figurativo del vocablo, para enunciar 

su jerarquía de espíritu liberado de las contingencias huma-

nas, aunque decidido a cumplir hasta el final, con su misión 

sacrifical para liberar a los hombres. Sólo el rey se gobierna 

a sí mismo, porque es un soberano, con el derecho supremo y 

absoluto dado por las leyes. Jesús, como espíritu emancipado 

y ángel de elevado prestigio sideral, podía compararse con un 

rey, de poder absoluto, dado que gobernaba como un soberano 

su propia individualización espiritual. Además, advierte: “¿Soy 

rey?, no nací y no vine a éste mundo sino para dar testimonio 

de la Verdad, afirmando, que sólo el espíritu no nace, no crece, 

ni muere, porque, siendo eterno, preexiste y sobrevive a la tran-

sitoria organización carnal.

Jesús acentuaba que era un rey espiritual, indestructible 

Juan, capítulo XVIII, versículos 33, 36 y 37. 192

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