Ramatís

temente en plomo, liberando energías, como son los rayos B, 

y partículas más simples, puede compararse a las ansias del 

espíritu inmortal, tratando de liberarse del aplomado peso del 

mundo material.

Es evidente que Jesús también enunciaba un hecho cientí-

fico, al advertir que “mi Reino no es de éste mundo”, por ser un 

mundo material y transitorio. Su reino es real, indestructible e 

ilimitado, como es el reino superior de la energía espiritual. El 

“mundo del César” es el mundo efímero que existe en base a una 

compactación temporaria, pero si la consideramos bajo el pro-

ceso del tiempo infinito, las formas visibles a los sentidos físicos 

tienden a volatizarse en partículas, desapareciendo del examen 

real de los sentidos carnales.

Pregunta: 

Aunque Jesús distinguió perfectamente el mun-

do de la energía comprimida, con el reino de la energía libre, 

osea, el “mundo del César” y el “Reino de Dios”; ¿existe otra

enseñanza complementaria?

Ramatís: 

En la época de Jesús los hombres no podían com-

penetrarse del sentido oculto de sus elucidaciones, en lo tocante 

a una vida superior, cuyas posibilidades de entendimiento so-

brepasaban la comprensión de la vida humana que era muy 

primaria. El Amado Maestro se servía de las imágenes y de las 

cosas que sucedían en la vida cotidiana, para afirmar y activar 

los preceptos de la doctrina oculta. Tratándose de un notable 

y sabio profeta sideral, conocedor profundo del metabolismo 

de la vida del Espíritu Eterno, Jesús preparaba la mente del 

hombre de su época, con los objetos y fenómenos del mundo 

transitorio y objetivo, para después sensibilizarlo y conseguir 

que se percibieran de la realidad del estado angélico. Ahora, en 

base al progreso técnico y de los descubrimientos científicos, así 

como también, por la investigación intensa en el campo oculto 

de la energía, la Humanidad terrena puede vislumbrar entre lo 

“que Jesús dijo” y realmente, “porqué lo dijo”.

En la ofrenda sacrificial de su vida, Jesús demostró su total 

desapego al mundo material, demostrando, hasta lo imposible, 

en qué basa el proceso liberador del espíritu, después de haber 

soportado diversas encarnaciones. Solamente los tontos e imbé-

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