Ramatís

liberarse de la individualidad terrena, proporcionando la me-

tamorfosis del “hombre viejo”, pletórico de vida animal, para 

que se transfunda en el “hombre nuevo”, lleno de glorificación 

espiritual.

La acción centrípeta del Amor del Cristo late íntimamente 

en la personalidad humana y se manifiesta con mayor intensi-

dad, conforme sea su limpidez periespiritual. Perciben las vibra-

ciones del cielo aquellos que saben “incorporarlos” en sí mismos. 

He ahí porqué Pablo acostumbraba a decir “que él no vivía, 

sino, que el Cristo pasó a vivir en él”, así como Jesús decía “Yo 

no vivo en mí, es el Padre que llena mi vida”.

Y “Ninguno irá al Padre, a no ser por mí”, dado que nin-

guno se liberará del yugo de la materia, mientras no haya rea-

lizado en sí mismo la muerte de las pasiones y comenzado el 

renacimiento para la vida sana del Espirito. Y cuando se haya 

cumplido con esa promesa, entonces “A ése le será dado el don 

de la Vida Eterna”.

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