El Evangelio A la Luz del Cosmos 

no pasa de ser un desventurado carnicero que tritura la carne 

humana en los charcos de las luchas fratricidas, para defender 

retazos de paños patrióticos y límites de tierra que sólo pertene-

cen a Dios. En su insania mental y primitivismo espiritual, los 

poderes públicos arrebatan y seleccionan a los jóvenes y más 

saludables de su nación, después los uniforman y los someten 

a entrenamientos específicos de belicosidad y terminan envián-

dolos a los campos de exterminio, para someterlos a la cruenta 

carnicería que ha de sustraerles las manos, los brazos o los pies, 

deformándoles sus caras y vaciando sus ojos, o desfigurándoles 

la fisonomía que Dios modeló para reflejar la sabiduría y la 

ternura del alma eterna.

Después de las luchas sangrientas, donde matan y estro-

pean a los hombres sanos, otros hombres vestidos de blanco se 

apresuran a retirar a los mutilados del matadero fratricida, y en 

una tarea piadosa y casi sacerdotal, les ajustan los brazos, pier-

nas y manos, substituyéndoles los auténticos por otros miem-

bros artificiales y genialmente electronizados. Los más desgra-

ciados y víctimas de la ceguera, les colocan ojos de vidrio, tan 

perfectos, que hasta parecen “naturales”... ¡Y, a los infelices de 

carnes atrofiadas, huesos fracturados y nervios lesionados, les 

injertan tejidos y trozos de piel de las partes menos visibles del 

cuerpo humano!.

Sin duda alguna, las criaturas que se encuentren a la altura 

de la era paleolítica, son capaces de practicar esa insensata y 

cruel actividad enfermiza de movilizar la materia prima huma-

na, en perfecto estado de salud, para después exponerla a las 

bombas y metrallas fratricidas, transformándola en complejo 

teratológico, que más tarde vivirá y caminará por el centro de 

las grandes ciudades, cual muestra del alcance y evolución de la 

técnica moderna. Desfigurados a propósito por los imperativos 

de la guerra, la “mejor” juventud de un pueblo se transforma 

en harapos vivos, ¡recompuestos por la medicina!... En la era 

prehistórica, los monstruos antediluvianos eran cazados y des-

truidos por los trogloditas expertos y valerosos; hoy, entre los 

hombres del siglo XX, a pesar de tener una civilización milena-

ria, del advenimiento de la cibernética y del control atómico, sus 

hermanos son cazados y triturados fácilmente bajo las patas de 

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