Ramatís
humanas, porque reconocía que las criaturas terrenas tenían
más ignorancia que maldad. Los profesores conscientes y bien
preparados, jamás se ofenden con las estulticias y travesuras de
los alumnos primarios, puesto que forman parte de su irrespon-
sabilidad infantil.
Ver la obra Del País de la Luz, capítulo IV, volumen I, psi-
cografiado por Fernando Lacerda, en Portugal, en donde el
espíritu de Napoleón dice lo siguiente: “El elegido siempre es
escogido; pero el escogido no es elegido. El elegido fue escogido
por Dios para hacer el Bien por el Bien; el escogido puede hacer
el Bien por medio del Mal. El elegido fue Jesús. Yo fui escogido.”
En esta comunicación, Napoleón compara su existencia turbu-
lenta y ambiciosa, con la tierna y amorosa misión de Jesús.
Aunque Jesús se trataba de un ángel del Señor, la Ley Si-
deral lo obligaba a replegar sus resplandecientes alas y reco-
rrer solitariamente el largo camino de la “vía interna”, hasta
vibrar en la superficie sombría del orbe terráqueo, para entre-
gar personalmente su Mensaje de Amor. Después de ajustar su
cuerpo mental y reactivar el complejo mecanismo del cerebro
periespiritual, revitalizó el cuerpo astralino, inactivo por faltarle
pasiones y emociones humanas, a fin de vibrar nuevamente al
nivel de las actividades físicas. Se integró definitivamente en la
atmósfera del mundo físico, una vez cumplido el “descenso vi-
bratorio”, que transcurrió durante un milenio y que se plasmó
en el encantador niño que la tierra conoció.
Por lo tanto, a Jesús no debe considerársele como un hom-
bre que fue nombrado para cumplir con una tarea incomún,
sino que fue un ángel elegido para transfundir en el sacrificio
de su pasión iniciática, la luz del Cristo. Le cupo la misión de
iluminar a las almas sombrías, que aún estaban petrificadas por
las costas residuales de las pasiones y vicios animalescos.
Pregunta:
¿Qué diferencia existe entre un «ángel» y un «ar-
cángel”?
Ramatís:
En realidad, esa preocupación por definir el ángel
oel arcángel es una condición muy humana, por causa de un
tradicionalismo religioso, en donde los sacerdotes tratan de fijar
una presumible jerarquía sideral de los propuestos del Padre.
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