El Evangelio A la Luz del Cosmos 

dad. En fin, gracias a las parábolas y a cuanto de ellas se podía 

extraer, Jesús alentaba a los hombres para que reflexionaran so-

bre el camino de la Verdad y les activaba fundamentalmente, el 

contenido sobre la vida eterna del espíritu. Por eso, sus palabras 

eran suaves, dulces y perfumadas como el aroma de las flores sil-

vestres; sus formas y colores quedaban vivamente grabados en la 

mente de los oyentes. Era un narrador de historias dotado de un 

atractivo magnetismo; era un peregrino que descendió del cielo 

para contar a la gente las cosas delicadas y atractivas que existen 

en los planos de luces. Aquella gente dispersa a la vera de los ca-

minos, sentada sobre las piedras o echada sobre el manto verde 

del césped, quedaba inmóvil, sin hacer gesto alguno, atenta a la 

musicalidad de la voz amiga y confortadora del rabí de la Galilea. 

Todo ello se justificaba porque la poesía conformaba el contenido 

de las parábolas; en sus narraciones se ejemplificaba a través del 

mar, las montañas, aves, ríos, flores, nubes, los campos y los árbo-

les, grabándolo todo en forma de imágenes claras y objetivas, sin 

forzar el cerebro de los más incultos.

Son tan importantes las parábolas que ellas podrían re-

construir todas las enseñanzas del Evangelio, si se hubieran 

extraviado o desaparecido los textos tradicionales dejados por 

Mateo, Lucas, Juan y Marcos. A través de las parábolas, Jesús se 

manifestó como un poeta, cuya imaginación de prodigioso sen-

tido espiritual alcanzaba los límites del cielo; fue un santo por la 

sublimación de su moral incomún; divino, por la majestuosidad 

de su carácter insuperable y característica sideral. Jamás des-

echó de su mente la heroica misión de transfundir la luz crística 

hacia el orbe terráqueo, que estaba sumergido en la sombra de 

la animalidad. La historia del mundo menciona a muchos liber-

tadores que se han impuesto como tales, por la sangre de los 

pueblos vencidos, mientras que Jesús, consubstanció la libertad 

del hombre encadenado a la instintividad inferior, ¡vertiendo su 

sangre en el madero de la cruz!...

[3]

Nota del Revisor: 

Con referencia al Reino de los Cielos, Jesús profirió ocho pará-

bolas a la orilla del mar de Galilea, en las cuales definió el modo en que la criatura 

recibiría la vida eterna, el conflicto entre el bien y el mal, porqué la simiente que 

crece misteriosamente, el valor del Reino de los Cielos y el sacrificio del hombre 

para alcanzarlo. Después de salir de Galilea, entre la fiesta de los Tabernáculos y de 

Pascua, el Maestro expuso diecinueve parábolas ilustrando el Reino de los Cielos, 

y aún, otras seis, durante la última semana en Jerusalén, donde hizo referencia al 

Juicio Final y la consumación del Reino.

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