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Ramatís

Jesús pasó a usarla para despertar la dinámica espiritual en la 

mente de las criaturas simples y sin cultura alguna. Sintiendo 

el Maestro la necesidad de manifestar la naturaleza del espíritu 

inmortal, acostumbraba recurrir a los fenómenos con relación 

a los hechos de la vida humana. Forjaba la imagen de las cosas 

que parecían vivas y que mantenían estrecha relación, como 

si fuera la vida material, la antesala del cielo, donde la cria-

tura humana primero debía limpiar sus sandalias, o dicho en 

otra forma, debería decantar sus impurezas para tener acceso a 

las regiones angélicas. Jesús extraía admirables lecciones de la 

simple caída de una hoja, del murmullo del riacho, de la manse-

dumbre de la paloma, de la sagacidad de la serpiente, de la im-

portancia del tesoro enterrado y de la semilla que el sembrador 

arrojaba a la tierra. Sus oyentes quedaban embelesados ante la 

belleza y la fuerza de las imágenes que el Divino Maestro sabía 

presentar en simbiosis con el encanto de la naturaleza. Siendo 

así, los hechos más inteligentes, complejos y difíciles se volvían 

simples y comprensivos ante el raciocinio de los campesinos, 

en base a la simplicidad con que se los presentaba, ajustándose 

perfectamente a la variada estructura de cada oyente.

El Maestro simpatizó inmediatamente con la gracia y el 

encanto de las parábolas, porque podía resumir relatos y ofrecer 

admirables lecciones de moral superior, que se podían enten-

der en cualquier lugar que hubiese vida humana. Construía las 

frases y les extirpaba lo que tuvieran de trivial, inocuo e inex-

presivo; transformaba el simple pétalo de una flor en el centro 

de un acontecimiento de brillante fin espiritual. Del más insig-

nificante fenómeno de la naturaleza, hacía sentir la fuerza de 

las leyes cósmicas. Las parábolas, bajo el quimismo espiritual 

del Amado Maestro y bajo la brisa acariciadora de su Amor, 

eran enseñanzas eternas que penetraban a fondo en el alma de 

quienes las escuchaban.

A través de la diminuta simiente de mostaza, explica la Fe 

que transporta las montañas y crea mundos; en la parábola del 

talento enterrado, advierte respecto a la responsabilidad de los 

seres humanos sobre el mecanismo de la Vida y de la Muerte; 

sirviéndose del trigo y la cizaña, simboliza la selección profética 

de los “buenos” y de los “pecadores” que existen en la humani-

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