144
Ramatís
Jesús pasó a usarla para despertar la dinámica espiritual en la
mente de las criaturas simples y sin cultura alguna. Sintiendo
el Maestro la necesidad de manifestar la naturaleza del espíritu
inmortal, acostumbraba recurrir a los fenómenos con relación
a los hechos de la vida humana. Forjaba la imagen de las cosas
que parecían vivas y que mantenían estrecha relación, como
si fuera la vida material, la antesala del cielo, donde la cria-
tura humana primero debía limpiar sus sandalias, o dicho en
otra forma, debería decantar sus impurezas para tener acceso a
las regiones angélicas. Jesús extraía admirables lecciones de la
simple caída de una hoja, del murmullo del riacho, de la manse-
dumbre de la paloma, de la sagacidad de la serpiente, de la im-
portancia del tesoro enterrado y de la semilla que el sembrador
arrojaba a la tierra. Sus oyentes quedaban embelesados ante la
belleza y la fuerza de las imágenes que el Divino Maestro sabía
presentar en simbiosis con el encanto de la naturaleza. Siendo
así, los hechos más inteligentes, complejos y difíciles se volvían
simples y comprensivos ante el raciocinio de los campesinos,
en base a la simplicidad con que se los presentaba, ajustándose
perfectamente a la variada estructura de cada oyente.
El Maestro simpatizó inmediatamente con la gracia y el
encanto de las parábolas, porque podía resumir relatos y ofrecer
admirables lecciones de moral superior, que se podían enten-
der en cualquier lugar que hubiese vida humana. Construía las
frases y les extirpaba lo que tuvieran de trivial, inocuo e inex-
presivo; transformaba el simple pétalo de una flor en el centro
de un acontecimiento de brillante fin espiritual. Del más insig-
nificante fenómeno de la naturaleza, hacía sentir la fuerza de
las leyes cósmicas. Las parábolas, bajo el quimismo espiritual
del Amado Maestro y bajo la brisa acariciadora de su Amor,
eran enseñanzas eternas que penetraban a fondo en el alma de
quienes las escuchaban.
A través de la diminuta simiente de mostaza, explica la Fe
que transporta las montañas y crea mundos; en la parábola del
talento enterrado, advierte respecto a la responsabilidad de los
seres humanos sobre el mecanismo de la Vida y de la Muerte;
sirviéndose del trigo y la cizaña, simboliza la selección profética
de los “buenos” y de los “pecadores” que existen en la humani-
147