140 Ramatís

fería usufructuar los beneficios de la naturaleza. Algunas veces 

montaba en un burro o muía dócil. En general, el Divino Maestro 

hacía sus prédicas al atardecer, en la hora de mayor vibración po-

sitiva, cuando el Poniente se teñía de colores, pues agradaba aliar 

el efecto policrómico y la fragancia de la naturaleza, a la ternura y 

poesía de sus palabras afectuosas, como si fuera una ondulación 

de fuertes vibraciones psíquicas. Su agrado era hablar desde la 

cima de las pequeñas colinas, mientras sus discípulos, amigos y 

fieles se acomodaban a sus pies, embebidos en el dulce mensaje 

de esperanza que le anunciaba el tan esperado “Reino de Dios”. 

Otras veces se encaminaba hacia la villa más próxima, compartía 

el hogar modesto, a la vez que le infundía ánimo, alegría, consue-

lo y esperanzas a sus moradores.

Las personas se agrupaban en las puertas y ventanas, ávi-

das de escuchar al rabí de Galilea cuando exponía sus indes-

criptibles parábolas, de contenido sencillo y comprensible hasta 

para los niños. La “Paz del Señor” parecía estar presente en el 

hogar donde pregonaba la “Buena Nueva”, llena de esperanza y 

amor. Las madres salían a buscar a sus niños, pidiendo al pro-

feta de Nazareth que los tocase, pues se decía que su bendición 

aliviaba los dolores y preservaba contra las enfermedades. Su 

presencia era suficiente para curar a los enfermos que tenían fe. 

Innumerables veces, sus palabras tiernas y comunicativas pro-

vocaban remordimientos, lamentos y confesiones sobre delitos 

que fueron cometidos en sigilo. Jesús posaba su mirar amoroso 

sobre los presentes y aconsejaba a los ladrones devolver lo ro-

bado, a las mujeres erradas que se redimieran de sus pecados, 

y a los endurecidos criminales, que vencieran sus instintos infe-

riores. Fortalecía la conducta superior en las personas discipli-

nadas y estimulaba las prácticas de las virtudes a los buenos. 

Infundía su fuerza angélica a todos y provocaba transformacio-

nes morales que estimulaban el deseo de vivir mejor. Día a día 

aumentaba el número de sus seguidores, porque se encontraban 

felices cerca de su aura amorosa y divina.

Pregunta: 

¿Qué motivo indujo a Jesús a preferir las pará-

bolas para enseñar, si también podía haber utilizado adagios, 

proverbios, aforismos, alegorías y hasta fábulas?

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