El Evangelio A la Luz del Cosmos 

Evangelio no es un tratado rígido de virtudes salvadoras, ni un 

simple manual 

Cívk

 

o

 para mantener una conducta espiritual; 

ante que nada, es un compendio de las leyes para el perfecciona-

miento de la Vida Inmortal y la metamorfosis del hombre para 

transformarse en ángel.

El Evangelio, como su nombre lo indica, es el “Camino” que 

reconduce a la criatura hacia la intimidad del Creador, y lo in-

tegra en la vida auténtica de las leyes que son la manifestación 

de la “Verdad”. Esa criatura va alcanzando un mayor grado de 

conciencia, debido a la angelización paulatina que la introduce 

en el eterno metabolismo para la Vida Inmortal. A medida que 

el hombre amplía su conciencia, debido a la constante penetra-

ción en la vida oculta espiritual, también adquiere una mejor 

noción de existir y, por lo tanto, alcanza una mayor compren-

sión sobre Dios. Es un hecho real, porque la Divinidad vibra en 

la intimidad de la criatura humana. Desde los tiempos inmemo-

riales, los magos, iniciados y sacerdotes esotéricos enseñaban 

constantemente los preceptos de que el “macrocosmos” está en 

el “microcosmos”, y “lo que está arriba, también está abajo”, pa-

ralelamente al concepto del Génesis, que dice así: “El hombre 

fue hecho a imagen de Dios”.

Por analogía, un átomo en constante expansión podría des-

envolver sus elementos constitutivos hasta volverse semejantes 

a los astros de una constelación astronómica; el hombre, “crea-

do a imagen de Dios”, también usufructúa la gracia de poder 

expandirse y sintonizarse a una mayor área del Creador. Bajo la 

indefectible belleza mística y moral del Evangelio, se oculta el 

cientificismo irrevocable de las leyes mayores del Universo, por 

cuyo motivo, se justifica el concepto esotérico de que “el reino de 

Dios está en el hombre”. La pulsación divina palpita constan-

temente en la conciencia espiritual del hombre y le provoca los 

fundamentos creadores de la individualidad, sin desvincularlo 

de Dios, a la vez que lo libera del yugo educativo de la materia 

para integrarlo definitivamente en la paz y ventura eterna.

Ojalá el lector comprenda que en esta sencilla comunica-

ción a través de un mediador humano, Ramatís únicamente 

pretende servir y advertir, y que vale la pena que el hombre 

viva integrado a las enseñanzas del Cristo Jesús, porque esos 

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