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Ramatís

la ventura que el Cristo ejemplificó, como una pálida copia del 

reino divino entre los hombres.

¿Qué importa si ese ciudadano es el resultado de un pro-

ceso disciplinado y dirigido científicamente, en un futuro avan-

zado, como éxito de la ciencia humana, si arroja un resultado 

mediocre de las condiciones humanas, elevado a un potencial 

ogrado de sabiduría dogmática? No cabe dudas que ha de ser

muy lamentable y aun, execrable, si el supuesto superhombre, 

producto del genial proceso genético y científico del mundo ma-

terial, tal vez el sinónimo de un “bebe de probeta”, resulte tan 

solamente un robot de carne, cuyo mente hipertrofiada expone 

la ambición del gigante, que ¡disputa genialmente los “tesoros 

que la polilla roe y la herrumbre consume”, cuya finalidad es 

dominar al mundo! ¿Qué ventaja y felicidad tendría la humani-

dad terrena, si proliferaran esos tipos de superhombres, capaces 

de pulverizar científicamente los “protones” y los “neutrones” de 

la intimidad atómica, promovieran turismo de “fin de semana” a 

la luna o presentaran deslumbrantes coeficientes de inteligencia 

precoz, pero no estuvieran sustentados por el Amor del Cristo?

Nosotros queremos informaros que el “superhombre”., en 

el caso que fuera posible su creación, como un producto ex-

clusivo de la ciencia terrícola, no dejará de ser un ciudadano 

transitorio, ¡porque la Ciencia del mundo no le puede proveer 

el psiquismo! ¿De qué vale el superhombre, como fruto del es-

pécimen conseguido por la ciencia terrícola, originado por el 

espermatozoide y el óvulo humano, pero que nace en el vientre 

femenino, bajo la sentencia implacable de ir hacia la muerte por 

ley natural?

No tenemos la menor duda de que la Fe del Evangelio, 

como el positivismo de la Ciencia, trabaja para un mismo fin, 

aunque ambos parten desde puntos diferentes. El científico lú-

cido y bien intencionado ha de ajustarse al Evangelio por los 

caminos de la Ciencia; el místico prudente podrá llegar tam-

bién a la Ciencia por las rutas de la Fe. Consciente o incons-

cientemente, el científico intenta conocer su morada y trata de 

proporcionar la felicidad a sus compañeros de ruta terráquea. 

La verdad es que el hombre científico agota todos los medios 

para lograr al hombre perfecto, superando el medio físico donde 

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