El Evangelio A la Luz del Cosmos 

dinámica de la vida espiritual que acciona constantemente en la 

intimidad del ser humano, abarca siempre un tiempo de acción, 

y consecuentemente, la sabiduría superior del hombre debe lle-

nar, con lo mejor de sus frutos, “ese tiempo”, es decir, con los 

bienes que sean eternos.,

El plano general trazado y concebido por Dios en la crea-

ción del universo es inmenso, y los desajustes de sus criaturas 

por el desperdicio del tiempo, con problemas y hechos fútiles, 

improductivos y transitorios, le causan trastornos innecesarios. 

El tiempo desperdiciado no podrá ser recuperado, por cuyo 

motivo, hasta el hecho en que el hombre no se prepare para 

ingresar pacífica y lógicamente en la vida del Más Allá, es un 

lamentable e incalculable desperdicio de tiempo, descontando, 

que más tarde, deberá reajustarse convenientemente para co-

menzar una nueva existencia física.

El hombre evangelizado, incondicional y consciente, sabe 

del valor insignificante de las cosas materiales, y aun del va-

lor diminuto de su cuerpo físico, como instrumento de trabajo 

para una existencia humana. Lamentablemente, los críticos no 

comprenden la renuncia y la simplicidad que encierran las di-

rectrices de Jesús, y no entienden que es ridículo y tonto vestir el 

cuerpo de seda, colmarlo de joyas costosas, cuando el alma está 

desorientada y necesitada de alimento espiritual.

Son muy aventajadas las criaturas evangelizadas, que re-

nuncian espontáneamente a los provechos y condecoraciones, 

muy del tipo humano, que además es obsoleto para los dones 

del espíritu. Esas personas caminan rápidamente hacia Dios y 

se alejan aceleradamente del mundo del César, y por otra par-

te, economizan totalmente el tiempo empleado para alcanzar 

el camino recto de la angelitud. Jamás dejan de participar y 

contribuir en el tiempo de su existencia física, porque el men-

saje recibido del Cristo les dice, que “Se debe amar al prójimo 

como a sí mismo” y “Hacer a los otros, lo que quisieran que le 

hagan a uno mismo”. Vivir sólo para sí es destruirse; vivir por el 

amor del prójimo es crecer divinamente. Aquellos que ayudan a 

los demás, calman sus dolores y preparan momentos de mucha 

felicidad, son los seres que participan y contribuyen a solucio-

nar los problemas cotidianos de sus compañeros. En verdad y 

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