El Evangelio A la Luz del Cosmos 

cación de los bienes, posesión, derechos e indemnizaciones tan 

propias de la personalidad humana. A quien ama la vida física, 

le cabe el derecho de sobrevivir sustentando los bienes y valo-

res de su indiscutible protección personal. Dios no censura ni 

castiga el alma, que infantilmente adora las formas materiales 

de los mundos provisorios, aunque educativos, pero que es in-

capaz de concebir la felicidad más allá de la morfología física 

y planetaria. ¡No se puede exigir al niño, que vive en el mundo 

de sus juegos, que deba regirse por los estatutos de las personas 

adultas! Pero, es sorprendente y paradójico que el adulto cierre 

los oídos a las directrices superiores y se obstine en llenar su 

vida, dedicándose á las cosas infantiles.

He ahí porqué el hombre no puede servir simultáneamente 

a “Dios y al Diablo”, es decir, renunciar y al mismo tiempo es-

clavizarse a las normas comunes de la vida material. Los seres 

liberados de la materia simbolizan en cierta forma a verdade-

ros “turistas espirituales”, que pasan por el mundo participan-

do de sus actividades, pero sin pertenecer al “clan” que lucha 

fervientemente por el deseo de vencer en la vida. Los grandes 

liberados espirituales que vivieron en la superficie de la tierra, 

preocupados únicamente por el bien de los ajenos, se llamaron 

Francisco de Asís, Vicente de Paúl, Pablo de Tarso, Ramana Ma-

harshi, Gandhi, Juan Evangelista, el Apóstol Pedro, María de 

Mándala, Teresa de Jesús, Padre Damián, Buda, Ramakrishna, 

Francisco Xavier y el inolvidable Jesús, sublime hombre, que ni 

siquiera tenía dónde apoyar la cabeza. Renunciaron a cuanto 

tenían para servir al prójimo, por ser espíritus conscientes de la 

transitoriedad del mundo y de la función valiosa del tiempo in-

vertido en favor de la vida inmortal del espíritu. Pobres, simples 

y desapegados de los valores materiales, fueron los monarcas 

de la espiritualidad, puesto que renunciaron a la vida física por 

amor al prójimo y ganaron la vida espiritual eterna por el Amor 

a Dios.

Pregunta: 

Aunque reconocemos vuestro concepto sobre el 

hombre superior, producto del Evangelio, algunos doctos del 

mundo encuentran que esa abdicación incondicional de la vida 

humana en base a algo que es indefinible y hasta dudoso, no 

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