Ramatís

mo, debe proceder a su liberación, desimantándose consciente-

mente de las cadenas gravitacionales de la morfología terrena. 

El hombre que todavía persiste en el culto primario e ilusorio 

del mundo del César, contraría totalmente su naturaleza eman-

cipada y elevada de espíritu inmortal. Así como la luz de la 

lámpara ilumina a su alrededor y no permanece adherida a su 

forma transitoria, el espíritu debe iluminar las configuraciones 

físicas del mundo, donde necesita apresurar el estado de su con-

ciencia pero sin perder su autonomía sideral por la esclavitud 

de las formas.

Pregunta: 

¿Nos queréis decir que el Evangelio es la ley so-

cial del mundo? Sin embargo, es de sentido común que ello sólo 

será posible cuando se viva un estado superior entre los hom-

bres; ¿no es verdad?

Ramatís: 

Las leyes sociales evolucionan conforme a las cos-

tumbres, temperamento, latitud geográfica, cultura de los pue-

blos, necesidades biológicas e inclusive al progreso técnico y 

los eventos científicos, que amparan y estimulan el crecimiento 

demográfico.

La ley social de los hombres de las cavernas fue primaria y 

fallaría si se aplicara psicológicamente, aunque anacrónica de 

la edad media. Comparando, ¿qué se podrá decir, entonces, de 

las leyes de los trogloditas, confrontándolas con los principios 

morales de la hora presente? En consecuencia, ¿qué resultado 

arrojaría si se compararan las leyes avanzadas de vuestra hu-

manidad actual, con los preceptos sociales más evolucionados 

de otras humanidades planetarias y superiores? Posiblemente, 

la misma diferencia entre la ley del hombre de las cavernas y 

la legislación moderna de lo terrícolas, que algún día se podrá 

confrontar con los principios superiores de otras moradas ha-

bitadas. Innumerables reglas y disposiciones sociales, que en el 

pasado fueron de elevado tenor social, hoy resultan fórmulas 

que se destruirían a la brevedad, ante los eventos modernos y en 

las relaciones vigentes entre los hombres del siglo actual.

El Evangelio, mientras tanto, aunque en la actualidad pa-

rezca un concepto social demasiado prematuro para la humani-

dad, la cual vive sedienta de ambiciones, poderes vanos y rique-

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