Ramatís
Atanagildo: Si pensáis así, tendréis que suponer que el mé-
dium que me sirve en este momento, puede estar componiendo,
también, un pintoresco relato emanado de su propia imagina-
ción. Y si continuáis pensando de ese modo, muy grande será
vuestra desilusión cuando lleguéis aquí, pues, se comprende
fácilmente, que “la naturaleza no da saltos”. Contrariando vues-
tras dudas y las dificultades que se nos presentan para haceros
esta descripción, aproximadamente el panorama astral que
existe más allá de la tumba, os aseguro, que tiene montañas,
ríos, árboles, pájaros, animales, jardines, casas, edificios, tem-
plos, vehículos y ornamentaciones, todo esto, ajustado a las se-
cuencias y a las más variadas formas, que fundamenta la vida
astral de los pueblos y conglomerados de los desencarnados.
Pregunta: Por lo que manifestáis, parece que esas ciudades
ocolonias astrales, son duplicados del panorama terrestre. ¿No
sería decepcionante que después de abandonar el cuerpo físico
contáramos con una especie de paraíso celestial y tuviésemos
que penetrar en un medio de vida, que hasta podría ser más
pobre, en comparación a ciertas metrópolis de la Tierra?...
Atanagildo: Otro equívoco se hace evidente en vuestro
modo de pensar, pues son los reencarnados que de un modo
bastante grosero, plagian aquello que existe en el Espacio. En
el mundo astral tomamos contacto íntimo con las cosas, ideas y
proyectos que podéis considerar, como si fueran matrices u orí-
genes de las empobrecidas realizaciones que efectuáis en la ma-
teria densa y pesada. Vuestros científicos afirman que la materia
es energía condensada y que no existe propiamente, la materia
rígida o absoluta, en la forma de pasta nuclear indivisible. En-
tonces, está claro, que cuanto más libre se encuentra esa energía
poderosa —que se acumula para formar el mundo físico y que
en verdad, es la sustancia del origen de las formas materiales—
tanto más viva y poderosa ha de ser, ya que es elaborada direc-
tamente en el mundo astral, que es su fuente natural.
Los técnicos siderales operan primero aquí, o sea, en el
campo de la energía libre, que más tarde alimentará y susten-
tará los aspectos exteriores en el mundo material, esperando
que los científicos terrenos se den cuenta de ese fenómeno y lo
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