Ramatís
tos y de los perjuicios a que podéis someteros en el Más Allá
después de la desencarnación, si persistís en la ingestión de la
carne de vuestros hermanos inferiores, en el abuso de las bebi-
das que conturban y degradan, en la pasión irrefrenable del jue-
go que fanatiza y arruina, en la sensualidad embriagadora que
invierte el sentido creador del espíritu, como así también el uso
del cigarrillo que después de la muerte del cuerpo quita el sosie-
go al espíritu, produciendo terrible angustia. No pretendemos
imitar al sacerdote exigente, ni al pastor o misionero excesiva-
mente puritano que excomulga por cualquier falta simple a los
pecadores de vuestro mundo; pensad bien en todo lo explicado
y comprobaréis que sólo exponemos una tesis fundamental que
os ayudará a la liberación espiritual del ciclo doloroso de las
reencarnaciones físicas, a las cuales os encontráis demasiados
esclavizados por los placeres y goces tontos.
Sería peligrosa y censurable imprudencia de nuestra parte
clasificar a todos los fumadores terráqueos, como parte de los
tantos “alimentos vivos” que sirven a los viciados tabacalistas
del Más Allá. Bajo cualquier punto de vista el hombre bueno,
aunque fume, será siempre superior al hombre cruel, avaro hi-
pócrita o deshonesto, pero que sea enemigo del tabaco. Nuestras
consideraciones están dirigidas particularmente a los casos de
debilitamiento de la voluntad y del comando director del espíri-
tu sobre la carne, pues aunque fuméis y seáis buenos, no indica
que seáis dueños absolutos de vuestra voluntad y del cuerpo
carnal. El cachimbo, el cigarro o el habano se transforman co-
múnmente en terribles y exigentes guardianes que nos vigilan
los pasos y los movimientos y no dan sosiego en el hogar, en los
vehículos, en las casas de diversiones y hasta en los instantes
finales de vuestros días a la hora de dormir, puesto que exige, el
último homenaje a la última fumada de la noche.
No todos los fumadores veteranos dóciles son “alimentos vi-
vos” de los viciados del Más Allá, pero es innegable que no pue-
den sustraerse totalmente al uso del tabaco, transformándolos
en “pitadas vivas” y sin voluntad propia. Bajo nuestra modesta
opinión de espíritus desencarnados y sin grandes credenciales
mesianímicas, encontramos que en vez de fumar, que aporta
la posibilidad de atraer algún indeseable y peligroso fumador
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